CAPÍTULO 58

154 27 61
                                    

- Yo también estuve hospitalizado

Samuel no le respondió a Mangel directamente, sino que se volvió hacia Rubén con una mirada despiadada. Rubén se sintió ansioso de tan solo verlo, por lo que evitó hacer contacto visual con Samuel.

Mangel notó la inquietud en Rubén, así que se interpuso entre él y su tío. "¿Van a cenar chicos?", preguntó Samuel con voz tranquila, como si se tratara de un asunto banal.

"Vayamos juntos".

Rubén estaba a punto de negarse, cuando Mangel dijo: "Está bien".

Con indiferencia, él estiró su largo brazo, lo envolvió alrededor de su cintura y dijo: "Rub, cenemos con el tío Samuel, de todas formas, hubiera sido una molestia tener que encontrar otro lugar para comer. Además, no tendremos que pagar".

Rubius no pudo encontrar una razón válida para negarse.

No podía negarse porque se sentía culpable.

Sin embargo, la idea de comer en la misma mesa con Mangeh y Samuel lo hizo sentir terrible. ¿Lo delataría Samuel por celos? Lo cierto era que Rubén no quería que nadie supiera lo que había pasado entre ellos dos, muchos menos Mangel... Abrumado por la culpa, Rubén bajó la cabeza para evitar la mirada desdeñosa de Samuel y la expresión provocativa de su novio.

Así las cosas, los tres entraron en la cabina de lujo, cada uno pensando en sus propios asuntos.

Rubén se sentó junto a Mangel y justo al frente de Samuel. Pronto, Mangel se dio cuenta de lo incómodo que resultaría y cambió de asiento con Rubén.

En un instante, las miradas de los dos hombres chocaron como dos tormentas. Casi era perceptible el sonido de truenos en el ambiente. Debajo de sus pretensiones de tranquilidad había una furia gestándose en el interior de cada uno.

Sus ojos eran igual de gélidos y amenazadores, indicios infalibles de lo que realmente estaban pensando. Samuel se dio cuenta casi de inmediato de que Miguel ya sabía toda la verdad, pero que por alguna razón se lo estaba ocultando a Rubén.

Sea como fuera, no importaba.

Él nunca había considerado a su sobrino como un contrincante, pues sabía que podía vencerlo fácilmente. Ajeno a la batalla interna de sus acompañantes, Rubén le entregó el menú cortésmente a Samuel y luego se volvió hacia Mangel: "¿Qué te gustaría comer?".

"Lo que tú quieras", le respondió Mangel con una sonrisa amable.

"Entonces es mejor que no pidamos mariscos pues tus heridas todavía están recientes y no puedes comer nada de comida marina".

Rubén solo estaba siendo considerado, pero Samuel lo malinterpretó y se enojó.

Fue tal su molestia que no pudo contenerse, Rubén realmente era un ingrato. ¡Solo le preocupaban las heridas de Mangel, pero ni siquiera tenía en consideración todo lo que había tenido que pasar por el!

Muy bien entonces. Con que Miguel no podía comer nada de comida marina, ¿no? Pues Samuel se aseguraría de pedir solo mariscos.

"Por favor, traiga la mejor selección de comida marina que tenga", le dijo al mesero.

Desconcertado, Rubén miró a Samuel preguntándose cuáles serían sus intenciones. Después de meditarlo por un instante, se dio cuenta de que sería un tonto si no pensaba que lo estaba haciendo a propósito. ¿Lo hacía como represalia hacia él o hacia Mangel?

Da igual cuál fuera la respuesta, él no quería saberlo.

"Señor Samuel, las heridas de Mangel no han sanado lo suficiente, me temo que no puede comer comida marina...".

Los besos de SamuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora