Capítulo 36

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¿Acaso hay alguna diferencia?


Como Rubius todavía no podía ver nada, era cauteloso al respecto. "¿Qué pretendes hacer...?", pero antes de que pudiera terminar de hablar, sintió que le empujaron la cabeza. Por un momento trató de resistirse, sin embargo, cuando sintió el frescor del agua en su rostro, se calmó.

El hombre le estaba enjuagando la cara para eliminar los químicos del gas pimienta.

"Intenta abrir un poco los ojos", le sugirió.

Rubius sintió que podía confiar en él, por lo que le hizo caso. Luego él se echó un poco de agua en las manos y la ayudó a enjuagarse los ojos. Su gesto fue muy gentil y, de repente, a él se le ocurrió quién podía ser. "¿Eres tú, Samuel?", le preguntó.

A pesar de que apenas había escuchado su voz, algo en su interior le decía a Rubén que se trataba de él.

El hombre parecía no estar prestándole atención a lo que decía y en vez de responderle observó con cuidado los círculos rojos que había en sus ojos. Delicadamente, con la yema de sus dedos, hizo caer una gota de agua en sus pestañas.

"Qué Hombre tan tonto".

'No puedo creer que se haya echado pimienta en los ojos, primera vez que conozco a alguien tan torpe'.

Entonces, el hombre le entregó a Rubius un pañuelo para que se secara y él lo agarró como pudo y se terminó de limpiar la cara. Los ojos todavía le ardían y pasó un tiempo para que el pudiera abrirlos por completo.

"¿Señor?", preguntó, mirando a su alrededor, pero el hombre que lo había ayudado ya había desaparecido.

¡Oh Dios! ¿Entonces se había equivocado con él y no lo estaba persiguiendo?

Con la cabeza llena de preguntas, Rubius regresó a su casa.

A la mañana siguiente, Rubius se encontró con Samuel en la empresa.

Siempre que él iba de visita a la empresa se mantenía bajo perfil usando el canal VIP, es por eso que ningún empleado, a excepción de los altos ejecutivos, lo veía.

Sin embargo, esta vez Samuel salió de la oficina de Borja y ambos caminaron juntos por el corredor con una expresión inmutable en sus apuestos rostros.

Rubius hizo lo posible para que ninguno de los dos lo viera, pero falló en su cometido, entonces, para evitar que ellos pensaran que los estaba evitando, apresuró el paso y fue a su encuentro.

"Señor Rogel, señor Luzuriaga, buenos días", los saludó con una breve inclinación de cabeza.

Samuel ni siquiera se volvió a verlo, como si ni siquiera estuviera allí;

por su parte, Borja sí lo miró y le asintió antes de decirle: "Has hecho un buen trabajo últimamente, sigue así".

En ese instante, Borja quiso extender su mano para acariciarle el hombro a su empleado estrella, pero se detuvo en seco cuando pensó en lo celoso que podría ponerse Veg.

"Muchas gracias, señor Luzuriaga", le respondió el, sin prestarle demasiada atención a la indiferencia de Samuel. El cumplido de su jefe lo había puesto tan contento como a un alumno que ha sido felicitado por su profesor.

Al verlos interactuar de esa manera, Samuel se molestó y su expresión se volvió sombría. De pronto, un apesumbrada aura se cernió sobre él.

Entonces, Borja se aclaró la garganta y habló con rapidez: "Quería comentarte que pronto tendré que irme al extranjero por algún tiempo, así que me veré alejado de los asuntos de la empresa temporalmente; Cualquier cosa que ocurra si llegas a tener algún problema, le puedes pedir ayuda al señor de Luque".

Los besos de SamuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora