CAPÍTULO 50

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¿Quién es usted?


Minutos antes, Samuel había estado revisando unos documentos mientras jugaba con el costoso bolígrafo en sus manos.

"El padre de Rubén es ludópata, así que avísales a todos los casinos de Noruega, que no lo dejen pasar" le ordenó a Andrés.

Samuel no quería que más nadie absorbiera la atención de Rubén, incluso si se trataba de sus propios padres.

Por pura coincidencia, su atención se concentró en la noticia del terremoto que aprecio en su teléfono. Un terremoto había arrasado con ¿No sé supone que ahí es donde se encuentra Rubén por su viaje de negocios?

La expresión tranquila de Samuel cambio de repente y el pánico empezó a embargar su mente.

Sin perder un minuto más llamo al teléfono de Rubén, pero cada vez que marcaba, la llamada caía directamente al buzón de mensaje.

"Prepara cuanto antes un avión, me voy a Dinamarca".

En todos sus años trabajando para Samuel, Andrés nunca había visto a su jefe así, Sin más demora, se puso en marcha para alistar los preparativos, Samuel tardó en llegar a .

"Señor Samuel, por favor, no se preocupe. El joven Rubén debe estar bien". Adivinando los temores de su jefe, Andrés trató de consolarlo.

"Lo sé, lo más seguro es que esté bien, tiene que estarlo". Samuel no estaba seguro si estaba tratando de convencer a Sam o a sí mismo.

La expresión en su rostro era de desasosiego, lo cual era una clara señal de lo perturbada que estaba su mente en ese instante.

La ciudad de Copenhague estaba en ruinas y no se parecía en nada a lo que solía ser.

Tan pronto como Samuel se bajó del avión, le ordenó a todo el mundo que buscaran a Rubén.

Por su parte, Andrés contactó a las autoridades locales para distribuir los suministros de ayuda que habían traído consigo.

Samuel registró casi cada rincón de la ciudad, pero aun así no halló rastro de Rubén.

Aturdido, sintió como si un enjambre de insectos se estuviera comiendo su corazón desde adentro. Rubén, debe estar bien.

De repente su teléfono comenzó a repicar.

Samuel contestó sin siquiera mirar y lo primero que dijo fue: "¿Encontraste a Rubén?".

La persona al otro lado del teléfono era Andrés. Apenado por no tener la respuesta que su jefe deseaba, guardó silencio por un momento y luego respondió con cautela: "Señor Samuel todavía no hemos encontrado al joven Rubén.

En este momento la situación en Copenhague no es segura, probablemente las réplicas sucederán en cualquier momento, así que será mejor que.".

Pero Samuel colgó el teléfono para no seguir escuchándolo. 'Oh, Rubén', lo llamó en su mente. Nunca antes había rezado tan ansiosamente por su bienestar, hasta ese entonces.

Samuel siguió caminando entre los escombros y mientras lo hacía no pudo evitar preguntarse cuántas personas estarían enterradas bajo sus pies. ¿Sería Rubén una de esas personas?

Finalmente, Samuel vio una figura familiar y esbelta aparecer frente a él. Se quedó pasmado en el momento en que lo miró.

Pues al parecer Rubén estaba vivo, ileso y no tenía miedo en absoluto. No lo podía creer, Samuel simplemente se quedó parado viéndolo por un buen rato. Se sentía como si alguien finalmente hubiera quitado el peso del mundo de sus hombros mientras dejaba escapar un suspiro de alivio. Pronto comenzó a caminar hacia él, lenta pero constantemente.

Rubén no se había dado cuenta de su presencia, pues estaba demasiado ocupado corriendo de un lado a otro para organizar la distribución de los suministros entre las víctimas.

De pronto, una voz cercana llamó su atención: "¡Prepárense, las réplicas ya vienen!".

Pero fue demasiado tarde. Siguiendo sus instintos, todos a su alrededor se apresuraron y corrieron a ponerse a salvo sin siquiera pensar en él. Justo cuando Rubén reaccionó el suelo comenzó a agrietarse y a temblar vigorosamente. Pronto empezó a desplomarse lo que quedaba de los edificios a su alrededor.

"¡Ay!", grito Rubén y de repente cayó en el suelo. Justo a tiempo, un hombre logró agarrarlo y lo cubrió con su cuerpo.

El temblor no duró mucho y al poco tiempo ya todo estaba en calma de nuevo.

Entre las ruinas, Ruben sintió un peso moderadamente pesado en su espalda. Sospechando que podría ser un hombre, trató de moverse para que reaccionara.

"¿Señor, se encuentra bien?". Pero el hombre no respondió.

La sangre empezó a brotar de su cabeza y no tardó en salpicar a Rubén, quien se puso pálido como el papel. El apenas lograba recordar lo que había pasado hacía unos segundos cuando los edificios empezaron a desplomarse. El hombre en su espalda había corrido hacia el para salvarlo y ahora estaba herido.

Gracias a esa persona, él estaba completamente ileso, pero, ¿quién era ese hombre? ¿Por qué arriesgaría su vida para salvar la suya?

"Señor, ¿está bien? Por favor, no se duerma, trate de mantenerse despierto.".

Ambos estaban rodeados de escombros y apenas si había espacio para que pudieran moverse. Rubén estaba envuelto en los brazos del hombre, por lo que le era imposible salir de allí.

Pronto cayó la noche, pero él no sintió miedo. De alguna manera se sentía acompañado por el hombre que estaba con él.

Habían pasado varias horas ya pero no había señales de la brigada de rescate. Rubén no pudo evitar sentir preocupación por el hombre.

Si algo malo le sucediera él no se lo perdonaría nunca. Preocupado, Rubén luchó con todas sus fuerzas para tratar de alcanzar al hombre. Pronto, el tocó su rostro, su nariz y sus suaves labios.

"Cof, cof...".

La repentina tos del sujeto asustó a Rubén y rápidamente retiró su mano, pero por accidente golpeó los escombros a su alrededor.

"Señor, ¿está despierto? Gracias por salvar mi vida.".

"eres tontito". Samuel se empezó a reír débilmente al imaginarse su rostro fruncido y preocupado, pero pronto empezó a sentir que la garganta le dolía pues estaba demasiado seca.

Rubius no reconoció del todo su risa, pero irónicamente fue el rostro de Samuel lo primero que se le cruzó por la cabeza en ese instante.

"¿Quién es usted?".

"¿No tienes una idea?". Samuel levantó ligeramente el cuerpo haciendo todo lo posible para no hacerle daño a Rubén.

"A ver, adivina, sí llegas a acertar tendrás una recompensa, pero si te equivocas. te la verás conmigo".

Rubius escuchó su voz ronca. Era como si cada vez que pronunciaba una palabra una lija estuviera raspándole la garganta. Preocupado, Rubén suplicó: "Señor... lo mejor es que no siga hablando".

"¿Tan mal me escucho?".

"No, pero me temo que se puede hacer daño...".

"¿Por qué no dices que te preocupas por mí?".

Poco después, Samuel comenzó a toser de nuevo, lo que hizo que Rubén se preocupara. Tenía miedo de que estuviera perdiendo sangre.

"Vale, ambos deberíamos dejar de hablar, ¿le parece?", le suplicó Rubius en voz baja.

"No, pues aún no has adivinado" Parecía estar decidido a obtener una respuesta.

"¿Puedo abstenerme?"

"Si, puedes" Samuel hizo una pausa y añadió: "Pero si te abstienes te las verás conmigo de todas formas".

Los besos de SamuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora