Capítulo 37

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No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy


Como Andrés vio el nombre de su jefe en el paquete, lo recogió. Además, también pudo ver una letra "R" en la tarjeta y supo inmediatamente de quién se trataba.

"Este paquete es del señor Samuel, ¿por qué no se lo diste?", le reclamó a la recepcionista. "Disculpe, pero él señor Samuel tiene demasiados admiradores que siempre le envían paquetes de vez en cuando; usted mismo fue quien nos dijo cómo lidiar con ellos cuando fuera el caso".

En ese instante Andrés recordó que les había instruido eso a los empleados siguiendo las órdenes de Samuel. Entonces, tosió para ocultar su vergüenza por el malentendido. "De ahora en adelante será mejor que me informes cuando recibas algo para él".

"Como usted ordene, señor Andrés".

Enseguida, Andrés llevó el paquete a la oficina presidencial y se lo presentó a su jefe como si estuviera enseñándole un tesoro: "Sr. Samuel, este paquete es para usted".

Pero él ni siquiera levantó la mirada. "Ya te dije que no quería recibir nada de nadie que no conozca".

"Pero creo que esto podría ser de parte del joven Rubén".

"¿Cómo?". Inmediatamente, Samuel dejó lo que estaba haciendo y miró a Andrés para ordenarle: "A ver, dámelo".

En seguida, Andrés le entregó el paquete, sin mencionarle que justo lo había salvado de caer en la basura. "Señor Samuel, ya los hombres que acosaron al joven Rubén fueron identificados y están en la comisaría".

"Entonces haz lo que tengas que hacer para que se pudran en la cárcel".

"En cuanto a Lolito, me temo que no hemos encontrado pruebas de peso que lo involucren en el asunto".

"No dejes de vigilarlo".

"Sí, señor". Andrés le asintió respetuosamente y luego se fue de la oficina.

Tan pronto como se marchó, Samuel abrió el paquete con cuidado. Era un saco nuevo, muy moderno, de color negro y de una marca de clase media.

Samuel, quien solo usaba ropa de alta costura, nunca compraría nada de esa marca, pero como Rubén se lo había dado era especial para él.

Entonces, decidió quitarse su costoso saco y ponerse el nuevo. A decir verdad, le quedaba perfecto; además, era bastante cómodo y la calidad de la tela era muy buena.

A pesar del bonito detalle, todavía estaba molesto con él por lo que le había dicho el otro día. Por otro lado, tenían mucho tiempo sin hablar y eso lo hacía aún más infeliz.

Pero tampoco quería molestarlo, pues el mismo le había pedido que lo dejara en paz.

Al cabo de un rato, Samuel asistió a una reunión con el saco que Rubius le había regalado y muchos de los asistentes quedaron impresionados por lo bien que se veía.

De hecho, acercaron a varios ejecutivos cuando la reunión terminó para felicitarlo por su atuendo. "¿Qué diseñador lo viste, señor Samuel? Se ve de altísima calidad su saco".

Internamente Samuel se rio e inventó el nombre de una marca. Aun así, no dejaron de halagarlo por lo bien que se veía.

"Bueno, gracias por sus cumplidos". Aunque sabía que no eran más que palabras, Samuel no pudo evitar sonreír de satisfacción, aunque no era algo común en él.

Cuando se fue, todos empezaron a comentar su repentino cambio de humor.

"¿Qué mosca le habrá picado al señor Samuel?

Los besos de SamuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora