CAPÍTULO 51

136 37 34
                                    

Si morimos, lo haremos estando juntos

Tan pronto como Samuel terminó sus palabras, se acercó como pudo para besar a Rubén en la oscuridad y consiguió sus labios sin mucho esfuerzo.

Los mordisqueó y saboreó lentamente una y otra vez y luego se sumergió apasionadamente en su boca, era un sentimiento que había echado de menos durante mucho tiempo y quería aprovechar cada segundo.

En ese instante se dio cuenta de lo mucho que se preocupaba por Rubén.

Es por eso que cuando tuvo lugar la réplica, corrió hacia Rubén para protegerlo con su cuerpo sin preocuparse por su propia seguridad. Samuel era el tipo de hombre que lo daba todo por una persona si sentía algo por ella.

"Ehm.", gimió Rubén, pero solo logró que Samuel lo besara más apasionadamente. En su letargo el apenas podía asimilar lo que estaba ocurriendo, pero supuso que el hombre que lo estaba besando debía ser Samuel.

¡Dios mío! ¿Estamos atrapados en medio de los escombros y lo único que se le ocurre es besarme?'. Entonces, cuando Samuel finalmente lo dejó ir, Rubén lo golpeó en el pecho. Samuel gruñó como si le hubiese dolido profundamente.

"Oye... ¿estás bien?". De repente Rubius se sintió preocupado y culpable.

Rubius asumió que Samuel debía haberse lastimado considerablemente o de lo contrario no habría estado desmayado durante tanto tiempo. Además, él no dejaba de toser sangre, por lo que sus órganos internos también debían encontrarse lastimados.

"Arriesgó su vida para salvarme', pensó Rubius.

Samuel abrió la boca y dijo con voz débil: "Me duele".

"En dónde?", le preguntó Rubén conteniendo la respiración.

"Me duele el pecho, quizás podrías frotarlo para que no me duela tanto". Mientras hablaba, Samuel agarró la mano de Rubén y la puso en su pecho. Él pudo sentir su corazón latiendo con fuerza y no supo si llorar o reír.

"Eres demasiado infantil", le dijo al tiempo que retiraba su mano.

Luego de un rato de silencio, Rubén finalmente decidió romper el hielo: "¿Cuándo crees que vendrán a salvarnos?".

"No deben tardar en venir". Entonces Samuel cambió su posición, apoyó la barbilla contra el cuello de Rubén, rascando su delicada piel con su vello facial

Por su parte, Rubius no tenía fuerzas ni voluntad para oponerse a su caricia. Con la mente agobiada, preguntó: "¿Qué pasa si no lo logramos?".

"No tengas miedo, aquí estoy contigo".

"Me refiero a que... ¿y si...".

"Si morimos, lo haremos estando juntos". Luego de una pausa, continuó: "Será un honor morir conmigo".

Su arrogancia hizo que Rubén quisiera golpearlo nuevamente, pero como estaba herido se contuvo de hacerlo. Lo cierto era que estaba aliviado de que él no estuviera tan lesionado como pensaba y que estuviera consciente.

Aunque ni siquiera podían verse el uno al otro en la penumbra, por alguna razón estaban tranquilos e incluso la espera no se les hizo insoportable.

No había luz, agua o comida en ese lugar, lo único que tenían era la compañía del otro y la voluntad de salir con vida de allí.

Luego de tantas horas de espera y una vez que perdió la noción del tiempo, Rubius empezó a sentir que iba a morir en aquel lugar. Estaba realmente sediento, pues no había bebido una gota de agua en mucho tiempo, su garganta estaba tan seca que se le hacía difícil hablar.

Los besos de SamuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora