CAPÍTULO 53

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-¿Estás tratando de alejarme?

Estando solo en la cama, Rubén recordó la conversación que había tenido con Mangel hacía un momento. A pesar de que él había respondido todas sus dudas sin vacilar, el todavía sentía que algo andaba mal. Pero no quiso seguir preguntándole por miedo a que Mangel sospechara algo.

De hecho, en cierta forma estaba contento de que no hubiera sido Samuel, pues estaba aliviado de que no estuviera herido por su culpa. Era como si un peso dejara sus hombros. ¿Pero por qué todavía sentía un vacío en su corazón? ¿Acaso se estaba volviendo loco? ¿Realmente quería que la persona hubiese sido Samuel? Rubén se asustó de sí mismo por pensar algo así.

Luego rememoró los días que pasó enterrado bajo los escombros y de tan solo pensarlo le dio un escalofrío.

Aunque tenía que confesar que sí había llegado a sentir una conexión con el hombre que estuvo atrapado con él. Sin embargo, hoy cuando descubrió que Mangel fue quien lo salvó, sintió un ligero indicio de alivio en su corazón.

'Afortunadamente, no fue Samuel..., pensó.

Temprano a la mañana siguiente, Miguel le llevó el desayuno a la cama y se dispuso a dárselo en la boca.

"Tu mano debe dolerte, yo lo puedo hacer", se negó Rubén. Pero su actitud hacia Mangel fue mucho mejor de lo que solía ser y él se dio cuenta de eso. Entonces dejó a un lado las emociones oscuras en su corazón y le dijo: "Está bien, pero si estás tan preocupado por mí ¿por qué no me alimentas?". Rubius fingió no escucharlo y continuó comiendo su comida.

En un instante, la actitud de Mangel cambió: "¡Eres un Hombre despiadado, Rubén! ¿Quieres que me muera de hambre? ¿Como puedes ser así?".

De mala gana, Rubius le empezó a dar la comida en la boca.

Mangel se comió todo en segundos y exigió:

"Dame más".

"Vale, tu mano derecha está lastimada, pero ¿qué hay de la otra?". Descaradamente, Mangel le respondió: "También me duele".

"Bueno, entonces tendrás que morirte de hambre".

"¡Vaya! ¡Sí que eres malvado!".

Miguel se quejó por un rato, pero pronto se dio por vencido y comenzó a comer solo cuando notó la indiferencia en la expresión de Rubén.

Había pasado mucho tiempo desde que habían tenido un momento agradable estando juntos.

Rubius se volteó ligeramente y le echó un vistazo discreto a Mangel. Súbitamente llegaron a su mente los recuerdos de cuando estaban juntos, en aquel entonces el encontraba atractiva y adorable su naturaleza infantil. Cuando se reconciliaban después de una pelea y él pedía un beso con la mirada y, si él no se lo daba, empezaba a quejarse diciéndole que no lo amaba hasta que finalmente lo besaba apasionadamente.

Rubén recordaba con cariño su pasado; dulce, infantil, puro y bello. Pero ahora, todo eso se había acabado. Las cosas nunca podrían volver a ser como antes.

"¿En qué estás pensando?", le preguntó Mangel con una sonrisa, interrumpiendo el viaje de Rubén en el tren de sus recuerdos.

Rubius sacudió la cabeza y dijo con indiferencia: "Gracias por el desayuno, pero no te vuelvas a molestar en hacer esto".

Mangel no dejó que su actitud fría le afectara y replicó: "No es ningún problema para mí".

"Miguel, deberías estar descansando; después de todo, has sufrido heridas graves, ¿no es así?".

Los besos de SamuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora