Capítulo 40

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¡Me vengaré de él!


Enseguida, Rubén cambió su tazón por el que tenía menos fideos. Inmediatamente, Samuel lo miró con expresión de advertencia y le dijo: "Cociné los fideos especialmente para ti, ¿cómo te atreves a rechazarlos?".

Rubius se encogió de hombros y le respondió: "Prometo que me los comeré".

Samuel no dijo nada más y solo lo miró, esperando que cumpliera con su palabra.

Entonces, Rubén tomó un tenedor y revolvió los fideos para comerlos. Finalmente agarró uno y se lo comió. Para su sorpresa, estaban suaves, pero sin pasarse de cocción, dejando una rica sensación al comerlos sinceramente. ¡Nunca imaginó que los fideos de Samuel serían tan sabrosos!

Un destello de satisfacción brilló en el rostro de Samuel al ver la expresión de satisfacción que tenía Rubén mientras comía. Pero justo cuando iba a comentar algo, notó que el soltó el tenedor para hablarle.

"¿Cuánto cuestan estos deliciosos fideos? ¿O son gratis?". Rubén se lo preguntó porque recordó que Samuel le había pedido 100.000 dólares la vez que la había llevado a su casa. Teniendo eso en cuenta, el asumió que los fideos serían mucho más costosos.

Samuel comprendió a lo que se refería y le siguió la broma: "Solo por hoy podría ofrecerle un descuento, ya que es tu cumpleaños puedo cobrarle solo 98.000 dólares".

Rubén casi se cae de la silla al escuchar el precio. ¡Qué fideos más caros!

Samuel se rio entre dientes y golpeó su dedo índice sobre la mesa antes de decirle: "Tranquilo, solo estoy bromeando".

"No es gracioso, no te sigas burlando de mí", resopló el cuando se dio cuenta de que Samuel lo había engañado y siguió comiendo.

Mientras tanto, Mangel todavía estaba esperándolo afuera con el pastel de cumpleaños en las manos. Su estómago empezó a rugir cuando olió el aroma de la sopa de fideos y costilla que se coló por la puerta. En ese punto, Mangel todavía tenía la esperanza de que Rubén abriera y lo invitara a cenar.

Realmente estaba esperando que eso sucediera y se quedó allí hasta que oscureció, pero nunca le abrió.

Entonces, se sintió decepcionado, pero no estaba dispuesto a aceptarlo y se puso de pie para volver a llamar su puerta: "Rubius, Rubius...".

Para cuando él lo escuchó ya había terminado sus fideos. "¿Por qué todavía sigue allí?", preguntó, cansado de él.

Por su parte, Samuel parecía no haber escuchado su queja y se concentró en abrir la caja del pastel de cumpleaños. El dulce aroma del chocolate embargo la habitación, estimulando el apetito de Samuel y Rubén.

A pesar de que él se había comido todo su tazón de fideos y estaba lleno, todavía podía hacer espacio en su estómago para un poco de pastel. Sus ojos parecían querer estallar mientras miraba fijamente el pastel.

"Feliz cumpleaños, Rubén".

En seguida, Samuel apagó las luces y encendió las velas. Su voz profunda parecía penetrar la oscuridad sin problemas.

Embelesado, Rubén miró las llamas danzando sobre su pastel y fue en ese instante que asimiló que efectivamente era su cumpleaños.

El mismo se había olvidado de su cumpleaños y hasta sus padres también lo habían olvidado.

Sin embargo, ahora tenía a ese hombre frente a él para celebrarlo en su compañía. En cuanto al sujeto que estaba tras la puerta...¡En fin!

"Gracias, Samuel", le dijo Rubén, casi al borde de las lágrimas y con una sonrisa sincera. Su belleza deslumbró bajo la luz tenue de las velas y continuó: "Estoy muy conmovido".

Los besos de SamuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora