c i n c u e n t a y t r e s

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En medio de la oscuridad, Dylan se sentaba contra la puerta de su habitación en su apartamento, con su cabeza recostada sobre ésta. Eran altas horas de la noche, y sus padres seguían conversando en el comedor...

—Pero continúa metiéndose en líos con sus compañeros —musitaba su madre—. Ya no sé qué hacer con él; no me hace caso, no quiere escucharme, trata mal a los demás... es por mí que el director no lo ha expulsado, pero ya está comenzando a advertirme que si continúa así, no seguirá perdonándome. —Suspiró con cansancio—. No sé qué harás ahora, Iván, porque yo no continuaré con esto. No puedo más.

—Déjame hablar con él —dijo Iván, y entonces Dylan adivinó que estaba levantándose.

El joven pelirrojo apretó la mandíbula, escuchando los pasos de su padre acercándose. Se levantó rápidamente, pero antes de lograr dar un paso, su padre ya había abierto la puerta.

Dylan quiso irse a su cama, pero fue detenido.

—José —llamó Iván con una voz gruesa.

No fue capaz de ignorarlo como quiso, y se volvió.

El rostro del hombre estaba arrugado en una profunda decepción. Sus ojos brillaban por las lágrimas.

—¿Qué es lo que está pasando? ¿Por qué nos haces esto?

Dylan no contestó y bajó la mirada, lleno de rabia.

—José...

—Deja de decirme así —gruñó el muchacho—. Entiende que no me gusta; odio ese nombre.

Iván observó al joven con tristeza.

—No puedes seguir odiándolo, Dylan.

Los ojos del chico brillaron con rencor.
—Tú no puedes decirme qué debo o no hacer. Ya déjame en paz y lárgate.

—¿Es que no quieres entender que estás lastimando a tu madre? —Iván dio un paso al frente, frunciendo el ceño—. No puedes continuar así; te van a expulsar. Sabes que no tenemos más opciones.

Dylan no respondió, volviendo a bajar la cabeza.

—Haz un esfuerzo por mejorar, al menos con las notas... es lo único que te pedimos.

—Yo me esfuerzo —gruñó, apretando los puños.

—No lo haces.

—¡¿Y tú qué sabes?! —Dylan miró al hombre con furia, sus ojos estaban inyectados en sangre—. ¡Dime, ¿qué sabes de mí?!

—Dylan, por favor. —Iván se acercó más—. Yo me esfuerzo por ustedes porque amo a tu madre, y te amo a ti, y quiero lo mejor para ustedes.

—Lo mejor para nosotros —repitió Dylan en un murmuro—. Eso mismo decía ese viejo...

—Pero yo lo digo en serio. —Iván se puso la mano en el pecho—. Por una vez, Dylan, cree en mí.

—Eso suéñalo —escupió el muchacho—. Vete.

—Tu madre está agotada —siguió insistiendo el hombre—. Si insistes en odiar a José, no actúes igual a él.

Pareció que una daga se incrustó en su pecho y el rostro de Dylan se oscureció.

—Cómo te atreves... ¡Yo no soy igual a él! ¡No me compares con ese hombre!

—Entonces cambia.

—¡¡Yo no soy como él!!

—No sigas dañando a tu madre.

—¡¡Yo no la he dañado como él lo hizo!! —Su voz se quebró—. ¡¡No me compares con él!!

Di Mi NOMBRE [TERMINADA ✓] VERSIÓN NO CORREGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora