t r e i n t a y c u a t r o

15 3 7
                                    


El día siguiente fue tortuoso.

Boni no quería levantarse de la cama; él quería esconderse allí, aferrándose a sus sábanas para que no se lo llevaran, pero él sabía que no podía impedir lo que venía. Entonces sólo se levantó para pasar el mayor tiempo con sus hermanos. Intentó sonreírles cuando ellos le animaban o le daban algo bonito, pero siempre salía algo torcido. Pensar que lo que hacían era porque él iba a irse, quizá para siempre.

Aquella mañana el cielo estuvo nublado y oscuro, con el intenso frío anunciando que el invierno cada vez estaba más cerca.

La noche anterior se había lastimado mucho la garganta, y su voz estaba rasposa. Las palabras de Sonia le habían llegado como un doloroso bofetón, pero no podía enojarse con ella, porque tenía razón; ayer había arriesgado mucho su vida por lo que aparentó ser un berrinche. Pero la verdad era que Boni estaba desesperado; frenar lo que el porvenir traía para atropellarte era imposible, y él sólo quiso intentar escapar. No obstante, escapar de un problema con el que no puedes luchar no vale la pena, porque nunca lograrás hacerlo.

Nicolás con los niños de la habitación siete también lo acompañaron, sentándose con ellos en su mesa a la hora de almorzar. El menor parecía estar reprimiendo todos sus malos sentimientos, pero de Boni no pudieron ocultarse; sus ojos de bambi se veían oscurecidos, incluso con su intenso color negro en sus iris podía verlo.

Era simplemente abrumador.

Boni sabía que Nicolás estaba mal por su partida, y no sólo él, sino que todos sus hermanos estaban tristes, aunque no tanto como el menor. Boni le había salvado la vida, había recuperado su sonrisa con un arduo trabajo, y ahora, por acto del Destino, tenía que alejarse en contra de su voluntad. Lo peor era que él no podía hacer nada para hacer sentir mejor a Nicolás, porque estaba igual de mal; incluso creía que peor, porque pensar en los hechos actuales con Lucel, que no podría volver a verlo, y el pensamiento de Elías llegando algún día para visitarlo, sin encontrarlo ahí... No podía.

Boni estaba consciente de que su cara reflejaba lo que llevaba por dentro; esa profunda impotencia y frustración, pues todos los que lo miraban, cambiaban su rostro a una preocupación fácil de notar. Y no podía hacer más que aguantarlo, porque era tan solo un niño que no podía llevar las riendas de su camino.

Al momento de tomar una ducha, Boni lloró; lloró, combinando sus abundantes lágrimas con el agua de la regadera, con sus sollozos provocándole un terrible dolor de garganta, y el dolor de cabeza que comenzaba a martillarle por intentar contenerlo. No quería estar mal ese día por sus hermanos, porque era la última vez que los vería.

"Tendrás una buena vida", le había dicho el director, con la pena ahogando su voz. Aunque fuera de esa manera, su vida no se sentiría de la misma manera.

Boni quería poder tomar el control del tiempo para hacer que los segundos pasaran sus números con más lentitud, que el sol detuviera su curso por un tiempo.

Al anochecer, partiría, y sabía que cuando el reloj apuntara esa hora, sería cuando rompiera en llanto nuevamente.

No quería, simplemente no quería. Pero ese par de palabras no eran nada contra las ocurrencias que el Destino traía a tu vida, esos en los que simplemente puedes decir: ¿por qué?, sin tener una respuesta.

El tiempo era injusto, y el recorrido que traía detrás de él arrasaba con impiedad.

Sus hermanos de cuarto y Nicolás intentaron jugar con él, pero nada era igual; intentaron leer una historia juntos, pero su cabeza ya no procesaba nada; probaron entablar una conversación casual y divertida, pero su voz ya no podía emanar de su garganta sin quebrarse como una fina capa de hielo.

Di Mi NOMBRE [TERMINADA ✓] VERSIÓN NO CORREGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora