—Bien, vamos a ver... —Albert tomó las manitos de Boni y lo miró—. ¿Te duelen?
Boni negó, sorbiendo la nariz. Pasó su antebrazo por los ojitos, limpiándose cualquier rastro de lágrimas.
Albert y él estaban en la habitación blanca, con el menor sentado en la gran cama. El mayordomo había ofrecido revisar sus heridas esa mañana para volverles a hacer un tratamiento con tal de que mejoraran rápida y exitosamente.
Albert lo miró, sintiéndose preocupado por el niño. Haberle visto esa cara tan asustada cuando entró lo había hecho sentir mal, y Albert no era de las personas sentimentales, ni los niños lograban algo en él; pero es que Boni... él era diferente; su sólo nombre era exótico y tierno. Se veía tan frágil y pequeño, con una carita tan angelical y bonita que sentía que debía protegerlo, o fácilmente se podría quebrar. El sólo hecho de verle algunos moretones que no mencionó porque parecía que el niño no había llegado a enterarse de ellos le dieron a saber la delicadeza de su cuerpo, arraigándolo más en la decisión de cuidarlo como los McDuffen no lo harían.
Él conocía a la pareja desde hacía antes de que Mason naciera, y sabía que ellos no eran padres; empezando con que Mason fue sólo su continuación como generación. Como varón salió a la primera, planearon que quedara como hijo único. No obstante, la soledad era demasiada para el muchacho, puesto que sus padres estaban constantemente trabajando y parecía que otra cosa no existía en su agenda.
Albert fue quien lo acompañó siempre y lo escuchó cuando necesitaba hablar; fue la figura que Mason necesitaba tener. Fue culposo el cariño que el mayordomo le cogió al joven de ojos marinos, porque ya no era capaz de dejarlo solo, aun cuando sus ganas de renunciar se presentaron en variadas ocasiones.
Y ahora traían a Boni, ese pequeño de ojitos tiernos y tristes. No podía encariñarse con él, pero eso mismo era imposible, y el niño no le hacía la tarea sencilla cuando lloraba, porque parecía un ángel desamparado. Mason tampoco le hacía la tarea fácil por tratarle de semejante manera, porque lo único que podía hacer al respecto como mayordomo era acercarse a consolar al niño, sin poder defenderle de alguna forma sin correr el riesgo de perder su trabajo, abandonando a Mason.
Vivir en la mansión McDuffen era difícil.
Se concentró en soltar el suave nudo de las vendas, comenzando a desenrollarlas de las pequeñas manos pálidas con cuidado.
—¿No le han estado molestando las heridas? —preguntó Albert al menor—. ¿Le han picado?
Boni se quedó callado un par de segundos.
—No me han molestado —respondió—. Pero me picaron un poquito.
—¿Se rascó?
—No podía.
Albert sonrió ligeramente.
—Es mejor así. Si se rascaba, podría lastimarse.—Mh —asintió el menor, observando con intensa atención los movimientos del mayordomo.
Albert continuó con su tarea en silencio hasta que dejó la pielecita de Boni al aire libre, exponiendo de esa manera las heridas, que se veían muchísimo mejor a como estaban ayer; ya no se mostraban tan enrojecidas, y la infección desapareció, viéndose limpias.
—Bien —sonrió Albert—. Están mejorando bien.
Tomó el botiquín y sacó de él un tarro que decía "LODOPOVIDONA". Retiró su tapa y tomó una bolita de algodón, untándola con el líquido de aspecto oscuro. A los ojos de Boni, parecía sangre, y se asustó.
—¿Qué es eso? —preguntó.
—Isodine —dijo Albert, tomando la manito de Boni mientras acercaba el algodón a sus heridas.
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Di Mi NOMBRE [TERMINADA ✓] VERSIÓN NO CORREGIDA
Poesía¿De qué manera un infante percibe la vida? ¿Qué ocurre dentro de la cabeza inocente de un niño que fue criado en un orfanato dulce cuando se encuentra con el lado oscuro del mundo externo? Ser huérfano no era difícil para Boni. Su todo en la vida er...