t r e i n t a y d o s

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Boni abrió los ojos, sintiéndolos tortuosamente pesados debido al intenso sueño. Sobre su cabeza pudo captar como primera cosa el techo de la habitación tres, que era iluminado por la luz cálida encendida.

Parpadeó un par de veces, enfocando sus ojos, y luego frunció las cejas, cuestionándose lo que estaba sucediendo al lograr despertarse completamente. Estaba confundido.

Su sentido auditivo captó el suave sonido del pase de página, a lo que volteó la cabeza. A su izquierda, en la cama de Jackson, Nicolás se encontraba sentado leyendo una historieta con mucha concentración, con Orejas a su lado. Verlo ahí sólo le provocó más confusión.

Se sentó, despeinando sus mechas. Su cuerpo se sentía pesado por el sueño, pero él se sentía bien.

Con su carita hinchada, volvió a mirar a Nicolás, detallando su rostro por un tiempo. Sus ojos de bambi escarbaban las letras profundamente, con sus labios de vez en cuando vocalizando silenciosamente lo que leía. A kilómetros se notaba la pasión que tenía ese niño para leer, incluso le ganaba a Boni.

—¿Nico? —llamó el pálido, quebrando el silencio de forma abrupta, provocando con eso que Nicolás saliera de sus ensoñaciones en un par de pestañeos.

Nicolás se volvió a él, conectando sus miradas. Pero no pasó a más de eso, volviéndose del momento un extraño silencio inesperado. Realmente ese niño necesitaba practicar para comenzar una conversación.

—Uh... —articuló Boni, acomodándose en la cama para encarar por completo al menor—. ¿Qué pasó? —preguntó.

Nicolás no cambió su inexpresivo gesto.

—Te dormiste —respondió simplemente.

—¿Eh?

—Lloraste como una hora y luego te dormiste.

Boni sintió sus mejillas pálidas arder. Había olvidado que se había quebrado en el hombro de Nicolás.

—Ah... —Boni se rascó detrás de la oreja, apartando su mirada al suelo—. Ok...

A pesar de que nuevamente se habían quedado en silencio, Boni aún podía sentir la pesada mirada de Nicolás. Le daban ganas de reírse, mirarlo y ocultarse al mismo tiempo; en serio era incómodo. Ahora sabía cómo se sentía.

—Eres pesado —volvió a decir Nicolás, llamando la atención de Boni.

—¿Dime?

—Eres mucho más pesado de lo que aparentas. Casi me partes los hombros.

Boni no pudo evitar reírse, pero luego entró en cuenta:
—¿Me cargaste a mi cama?

—Estabas dormido encima de mí —contestó—. Era molesto.

—Oh... —Volvió a avergonzarse—. Lo siento...

—¿Por qué te disculpas? —preguntó Nicolás.

—Yo... no quería incomodarte.

—Eso es problema mío.

Boni elevó su mirada a Nicolás con sus ojitos abiertos. Claro que le sorprendió lo que dijo. Pero sabía que Nicolás no se iba a molestar en repetir sus palabras, con su atención puesta de nuevo en la historieta del Hombre Araña.

Viendo la historieta, de nuevo sus sentimientos lo traicionaron, dejando caer nuevamente su expresión en abatimiento. Pero después, abrió los ojos con alarma.

—¡Nico! —llamó, provocando al niño un buen susto—. ¡¿Mamá Camelia vino mientras dormía?! —Boni miró la ventana, notándose a través de ella el cielo oscurecido—. Ay, no, ¡¿qué hora es?!

Di Mi NOMBRE [TERMINADA ✓] VERSIÓN NO CORREGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora