Di Mi NOMBRE [TERMINADA ✓] VERSIÓN NO CORREGIDA

t r e i n t a y c i n c o

El aire dentro del lujoso auto de las personas que habían venido a recogerle olía a lavanda. La radio encendida brillaba con luces led, mientras las ruedas iban por el camino con suavidad.

Boni volteó sobre el asiento, mirando por el vidrio trasero. Su orfanato ya no estaba a la vista.

Ni siquiera sabía cómo sentirse.

Se sentó nuevamente en los cómodos sillones, que se veían mucho más limpios y nuevos que los del auto del orfanato. No le gustaba.

Miró al frente, donde Alice se arreglaba las pestañas frente al espejo retráctil mientras hablaba con su marido cosas que Boni no podía comprender. No parecían tan emocionados de haberlo adoptado, incluso llegó a sentirse como alguien que no debía estar ahí. No era nada cómodo.

Miró ahora su maleta. Alice le había dicho que debían dejarla en el baúl, pero él insistió por que la dejaran consigo. Necesitaba sentir algo de su orfanato con él, o podría ponerse a llorar en el camino, y esa sería la peor primera impresión que podría dar.

No tenía idea de cuál sería su nuevo hogar, ni de cuánto tiempo les tomaría llegar allí, pero durante ese recorrido su cabeza estuvo ausente, dándole vueltas a lo que estaba aconteciendo en ese momento sin poder ser capaz de procesar algo. Acababa de dejar su orfanato para siempre. ¿Cómo sucedió todo?, ¿en qué momento se dio la oportunidad para recibir otra cachetada por parte del inminente porvenir?

Esa simple noche Boni quería ver a Lucel porque se enteró de que estaba al borde de la muerte, y que las definiciones de que lograra sobrevivir no eran claras. Él sólo quería saber cómo estaba, quería verlo porque su desesperación era gigante, quería ir para ver si podía ayudarlo a ganar la batalla de alguna manera; pero a cambio de eso recibió una noticia que no había pedido: le habían adoptado. Luego de eso estaba más que decidido a ir a ver a su hermano aunque sea una última vez, prometiendo volver al orfanato, pero las cosas sucedieron de la peor manera. Su reacción tomó un rumbo extremo, haciéndolo tropezar, y provocando que las cosas se incrementaran.

Intentó detener algo imparable, y terminó atravesándolo como una flecha.

Y ahora, con el alma hecha trizas, estaba en un auto desconocido, con personas desconocidas a las que, de ese momento en adelante, les llamaría "padres", yendo de camino a un hogar que también desconocía. Pero ahora únicamente se preguntaba: ¿qué sería de su familia?, ¿qué sería de Nicolás, aquel niño que le entregó a él su confianza luego de mucho tiempo luchando por ella?, ¿qué sería de Lucel?

Esos pensamientos eran abrumadores, conteniéndolo en una burbuja de la que no podía escapar: impotencia. ¿Acaso le ocurría esto por ser un niño huérfano?, ¿le estaban pasando éstas cosas porque no sabía cómo manejar su vida sin la ayuda de un adulto? ¿Por qué tenía que ser así? Nicolás tenía razón en algo: los adultos no piensan en los niños; esa era su idea en ese momento. Camelia ni siquiera se esforzó por detener a la pareja para que no se lo llevaran, para que ella sea la que le adoptara. Las cosas habrían sido muy diferentes de esa manera.

Isabel ni siquiera se había presentado, y eso no hizo más que herir a Boni con pudor. ¿Por qué los adultos, que tienen más autoridad sobre lo que va a suceder, no hicieron nada por él? Él mismo se respondió: porque ellos tampoco tienen el control sobre las situaciones.

Ahora no podía hacer más que preguntarse: ¿qué sucederá de ahora en adelante?, ¿qué cosas tendré que afrontar ahora? Porque no existía manera de revertir nada.

Su mirada estaba perdida en sus manos apretadas entre sus rodillas. Las ganas de llorar le faltaron; lo que ahora tenía en su pecho era un gran agujero, un vacío que consumió todas sus emociones. Pero había una verdad: tenía miedo; estaba aterrado. Pensar que tu recorrido está siendo guiado por otras manos, prácticamente viviendo a la aventura, era horriblemente aterrador.