c u a r e n t a y n u e v e

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Cuando Boni abrió los ojos, se encontró a sí mismo sentado en su mesa en el comedor de su orfanato. La calidez de la tarde entraba por la ventana, iluminando los rostros de todos sus hermanos, que comían en conjunto con alegría y risas. Al volverse al frente, vio a sus hermanos de cuarto almorzando con él. Jackson, como siempre, le ayudaba a Kai a comer, y el pequeño niño le sonrió ampliamente cuando entrecruzaron miradas. También Nicolás estaba ahí, comiendo en silencio.

Boni parpadeó, sin comprender nada. ¿Todo había sido un sueño? Al principio lo pensó, pero entonces se dio cuenta de que, pese a que el comedor estaba colmado de niños, él no escuchaba nada; sus voces parecían apresadas, como si escuchase bajo el agua. Y cuando intentó hablar, nada salió de su garganta.

Sintió que alguien le tocaba el hombro, y al volverse, habría sollozado si hubiera sido capaz de ello.

Elías le sonreía grandemente; esa sonrisa de corazón que Boni podría reconocer eternamente. Sus ojos dulces brillaban con júbilo mientras le ofrecía con su tenedor un pedacito de carne.

Quería lanzarse a abrazarlo, pero no era capaz de moverse.

Quería llorar, pero tampoco podía.

"Te extraño" le quería decir.

Absorbido por la nostalgia, Boni observó su mesa, estudiando a todos y cada uno de los rostros de sus hermanos, pero en eso logró captar en algo que lo aterró: Lucel no se encontraba.

Buscó al castañito con desesperación, pero no estaba en ningún lado, y cuando volvió a mirar a sus hermanos, habían desaparecido, y la mesa se había convertido en la de la mansión McDuffen, solitaria y enorme.

Desesperado, se levantó como le fue posible, puesto que su cuerpo se sentía pesado como el plomo, y corrió como pudo hasta la puerta, pero no la pudo abrir. La golpeó, queriendo gritar que le dejaran ir a su orfanato nuevamente a buscar a Lucel y Elías, pero no fue capaz.

Cerró sus ojos, acurrucándose, e intentó sacar los sollozos que se atoraban en su pecho. Y cuando los volvió a abrir, nuevamente se encontró con esa silueta femenina sobre él que lloraba y le abrazaba. Sólo podía oír su nombre en su voz, pero no le podía comprender.

Entonces, le prendieron la luz.

De un sobresalto, Boni abrió los ojos, y en eso pudo sentir que éstos estaban llenos de lágrimas.

—Joven Boni —escuchó la voz de Albert.

Boni se sentía terrible y quería volverse a dormir, pero Albert se sentó en su colchón, quitándole las cobijas de la cabeza.

—Despierte, pequeño Amo —dijo él—. Debe prepararse.

Boni sólo se quejó, tomando las cobijas para cubrirse con ellas de nuevo, pero Albert se lo impidió.

—Debe ir a la escuela —le recordó—. Hoy es su primer día.

El menor logró abrir sus ojos, aturdiendo sus ojos con la luz repentina. Cuando logró acostumbrarse, miró a su mayordomo. Pudo percibir en su mirada pesar, y Boni pensó que podría estar haciendo alguna cara como para que le observara así.

—Vamos, Joven Boni —dijo con calma y dulzura—. Debe bañarse o llegará tarde.



¿Quién rayos se levanta a las tres de la madrugada?

Boni no disfrutó tener que tomar un baño, especialmente porque el invierno enfriaba el ambiente al doble, por lo que pensó que se moriría de frío.

Di Mi NOMBRE [TERMINADA ✓] VERSIÓN NO CORREGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora