v e i n t i c i n c o

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Lo que había sucedido la noche anterior en el orfanato fue un suceso inolvidable para todos. El hecho de llegar a perder a un niño era algo bastante grave que conllevaría a muchos problemas, comenzando con que el orfanato perdería la imagen en el lado del cuidado con los niños.

Ciertamente, Boni, más que intentar arreglar los problemas en su cabeza, los había empeorado en gran manera.

El roce de la luz golpeó sus ojos, cosa que le ayudó a despertarse. Apretó sus párpados e intentó abrirlos, siendo casi imposible por el dolor de cabeza que le estaba molestando. Al por fin lograrlo, pestañeó, frunciendo su frente por el repentino choque de la luz contra sus pupilas. Dejó que se lograran acostumbrar, y pudo captar sobre él el techo de la habitación. ¿Estaba en su cama?

Reuniendo fuerzas, Boni se enderezó, sentándose en la cama. Sintió una leve punzada en su cabeza, pero no fue nada que lo volviera a tumbar; aunque se sentía levemente mareado.

Se llevó la manito a la cabeza al sentir algo allí, y de esa manera detectó un vendaje que abrazaba su frente. No podía recordar lo que pasó el día de ayer; eran muy borrosas las imágenes que era capaz de reparar, pero nada más aparte de ello. Sólo sabía que algo malo le pasó.

De repente, sintió que algo se movió sobre su colchón, a lo que no tardó en virar su mirada, encontrándose así con Lucel, que dormía recostado sobre sus brazos cruzados sobre la cama. Una de sus manitos agarraba la suya con firmeza, mientras de sus labios emanaban leves suspiros entre sueños.

Boni parpadeó, observando sus dedos enroscados en los suyos, para después apretarlos en modo de cariño. Aquello no llegó a despertar al castañito.

Sonrió.

Lucel siempre se veía adorable, y al dormir su carita aniñada se volvía bastante pacífica, provocándole a Boni abrazarlo y dormir con él. Sus mejillas de tono canela eran redondas y suaves, y aquello el pálido nunca lo dejaba pasar, acariciando o dándole pellizquitos. Le dolió levemente el pecho al notar que tenía lágrimas secas, y bajo sus ojos había una evidencia de falta de sueño.

¿Había estado ahí desde cuándo?

Boni ni siquiera sabía cuánto tiempo estuvo inconsciente. Le frustraba no poder recordar bien.

Levantó la cabeza nuevamente a la habitación, y observó que las camas de sus hermanos estaban todas vacías, y eso le hizo cuestionarse qué hora llegaría a ser.

Su mirada se detuvo en la cama de Elías, y todos los recuerdos llegaron como una cachetada. Su cabeza se llenó de imágenes y le aclaró las memorias del día anterior, llenando su ser de todo tipo de malos sentimientos.

Él se había ido.

Sus ojos le comenzaron a arder, y su garganta se apretó. Tragó, relamiendo sus labios, y al parpadear, le dio permiso a las lágrimas para caer sobre sus mejillas, mojando sus pestañas.

El recordarlo un solo segundo le quemaba.

Las cobijas y almohada no estaban en su cama, porque él las había tirado por la ventana. De seguro estaban lavándose.

Era como morirse por dentro.

Sin poder soportarlo, desvió sus ojos a la ventana, por donde el sol de otoño se colaba, reflejándose en el vidrio. Se llevó su diestra a su cara para limpiarse las lágrimas con su dorso. En eso, Lucel soltó un sonidito suave, balbuceando cosas mientras se removía, aferrándose más a la mano de Boni, a lo que el pálido lo miró, notando cómo los labios del castañito se movían levemente, sin llegar a pronunciar nada.

Di Mi NOMBRE [TERMINADA ✓] VERSIÓN NO CORREGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora