o c h e n t a y c i n c o

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¿Me dices que secuestraste a un chico en un orfanato?

—¡No lo secuestré! —se quejó Boni y pegó sus rodillas a su pecho—. Sólo lo traje conmigo por un tiempo...

O sea que lo tomaste prestado.

Boni frunció el ceño con molestia.

—¡Cristopher!

Eran las doce de la tarde; Boni y Nicolás se encontraban recostados en la cama del blanquecino a la espera del almuerzo. Mientras Boni tenía una conversación con Cristopher, Nicolás miraba el volante del concurso en una tableta, pero estaba demasiado distraído tocando la pantalla una y otra vez para agrandar y achicar la imagen como para leer lo que decía. Abel, que estaba sobre su pecho viendo la imagen junto con Nicolás, también estiraba su mano para mover la aplicación en la tableta.

—El tema es otro —dijo Boni a Cristopher.

¿Y ya se lo dijiste a Rebeca?

—B-bueno... —Boni vaciló, mirando de reojo a Nicolás, que cerró accidentalmente la aplicación y él y Abel parpadearon—. Aún no, pero...

¿Significa que tendré que hacerlo por ti como siempre?

—¡No, no! Yo ya tengo un plan. Verás... —Dudó—. ¿Recuerdas el acuerdo que habíamos hecho para que ustedes estudiaran conmigo?

Boni se logró sentir mal con el recuerdo, especialmente contándoselo a Cristopher.

No me digas... —dijo el chico luego de haber guardado silencio por varios segundos—, lo harás en serio esta vez.

—¡Antes yo lo había pensado en serio! —se quejó Boni, dolido—. Ya sabes qué fue lo que pasó, no seas malo.

¿Entonces ya la llamaste para contarselo? —preguntó.

—S-sí... pero no le dije lo del estudio...

Cristopher se volvió a quedar callado.

—¡Pero se lo diré en cuanto llegue! —prometió Boni—. Le preguntaré si está en colegio y...

¿Y por qué no se lo preguntaste en la llamada?

—Porque me dan nervios...

Boni quiso creer que el siguiente silencio de Cristopher se debía a una causa que no fuera humillante.

—Tú sabes que siempre prefiero hacer las cosas de cara, Cris; por teléfono no las siento reales. Además —agregó—, tengo que hablar con ella en persona para que conozca a Nicolás y cuadremos lo que vayamos a hacer al postularnos.

Y ese chico Nicolás... ¿está ahí?

—Um, sí, lo tengo a mi lado, ¿por qué?

Mándale un saludo de mi parte.

—¿Te irás?

Algunos no tenemos el tiempo libre que tú tienes, Boni —respondió—. Tengo el peligro de recibir el golpe de un zapato hogareño materno si no hago las tareas que me dejaron.

—¿Zapato hogareño materno?

Una chancleta, colega, una chancleta.

—¿Por qué hablas tan extraño?

Sí, lo dice el que describe una hoja caer con diez mil palabras estelares.

Boni infló las mejillas con desdén.

Di Mi NOMBRE [TERMINADA ✓] VERSIÓN NO CORREGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora