c i e n t o s e i s

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El sonido del martillo golpeando el acero hacía eco por todo el edificio abandonado.

Luisa, sentada con las piernas cruzadas en el suelo del tercer piso, finalmente logró quitarse el molesto grillete de su tobillo.

—Ah —suspiró, levantando el grillete con un rostro maniático—. Libre, por fin.

Sin levantarse del suelo, Luisa lo lanzó por la ventana fuertemente.

De pronto, se comenzaron a escuchar las sirenas de la policía, al tiempo que pasos acelerados golpeaban las escaleras por fuera.

La puerta se abrió de un golpe y por ella entraron cinco jóvenes. Luisa los miró con pánico.

—¡¿Qué creen que están haciendo, idiotas?!

Julieth le dio una patada a la puerta para cerrarla y Alexander la trabó con un tubo de hierro que se encontró por ahí.

Luisa se levantó del suelo.

—¡¿Es que acaso no piensan?! —gritó—. ¡Los pudieron haber seguido!

—Nos encargamos de que no nos vieran —jadeó James, apoyándose sobre sus rodillas. Su frente estaba repleta de sudor—. Tranquilícese.

—¿Te gustaría pasar la vida en una celda? —gruñó Luisa.

Dylan dio un paso al frente y se bajó la maleta de la espalda para abrirla. Acto seguido, la volcó, dejando caer al suelo cinco rollos gruesos de billetes.

Luisa los observó con los ojos brillantes y sonrió.

—Caray, de verdad lo consiguieron —dijo y levantó los ojos a Dylan. El joven pelirrojo la observaba con seriedad, con sus amigos detrás de él.

—¿Cómo un montón de mocosos pudieron conseguir tanto dinero en tan poco tiempo?

—Pienso que debería abstenerse de preguntar cosas de las que no quiere saber la respuesta, anciana —dijo Julieth, sosteniendo su bate sobre su hombro con una postura arrogante—. ¿Le sirve o no?

Luisa se sentó en el suelo para contar cada rollo de billetes. Sus ojos se encendieron con avaricia.

—Ustedes son muy buenos —murmuró y los miró—. ¿Por qué no trabajan para mí con esto? Les pagaría muy bien.

—No gracias —sonrió James, parándose al lado de Dylan para abrazarlo por los hombros—. Sabemos arreglárnoslas solos.

—¿En serio? —preguntó Bruce por detrás y Julieth le golpeó la cabeza con el bate.

—No nos gusta trabajar con adultos —dijo Dylan, cruzando los brazos—. Son unos idiotas aprovechados. Sólo estamos colaborando porque usted y yo tenemos un mismo objetivo, pero en cuanto todo termine, tendrá que valérselas por usted misma. —Elevó una ceja con desdén—. Al fin y al cabo, te escapaste de la prisión por tu cuenta, ¿o no? ¿Por qué dependerías de unos mocosos para tener tu pan de cada día?

Luisa frunció el ceño con molestia y apretó los billetes.

—Bien —gruñó—. Pero déjame decirte que si se te llega a ocurrir acusarme con las autoridades... —sonrió de medio lado—, no dudaré en dispararte también a ti y a tus amiguitos.

Dylan miró a otro lado por un segundo y volvió a ver a Luisa.

—¿Te alcanza el dinero?

Luisa se quedó mirándolo a los ojos por unos tres silenciosos segundos, para luego mirar los billetes.

—Falta.

—¡Joder! —se quejó Julieth—. ¡¿Es que acaso no puede buscar una pistola más económica?!

Di Mi NOMBRE [TERMINADA ✓] VERSIÓN NO CORREGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora