s e s e n t a y n u e v e

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El color anaranjado de la tarde estaba tornándose rojo conforme las últimas horas del día estaban llegando a su final. Las delgadas nubes, que se veían amarillas por los rayos del sol, se movían a través del infinito firmamento. Aves volaban en pareja mientras despedían la tarde entre cánticos entonados con armonía, listos para irse a descansar en cuanto la luna reinara en el cielo.

El flash de la cámara iluminó las pequeñas flores, y la mariposita que descansaba sobre ella se espantó, a lo que Boni la siguió con la mirada.

Cristopher se distanció del visor para observar la foto y sonrió con satisfacción.

Cuando la mariposa se alejó lo suficiente, Boni se volvió a Cristopher. Estudió su postura acuclillada, con su camisa blanca —que no parecía ser la suya, ya que le quedaba enorme— holgándose, y sus pantalonetas de mezclilla aferrándose a sus piernas delgadas.

El chico volvió a acomodar la cámara, mientras movía el anillo del zoom y acomodaba el enfoque. Entonces tomó otra foto a las flores.

—Cris, no lo entiendo —se animó a decir Boni, finalmente—. ¿No se suponía que las fotos las tomaríamos por la noche?

—Las tomaremos por la noche —afirmó él, sin despegar su ojo del visor—. Pero aún no es de noche.

Boni infló sus mejillas.
—No soy tan bobo.

—Fue broma. —Cristopher tomó otra foto y la miró—. Sólo quería coleccionar algunas para el álbum. La tarde está muy linda y no quería desaprovecharlo.

El chico se enderezó, y acomodó algunas cosas de su cámara antes de dejarla colgando en su cuello. Le sonrió a Boni.

—¿Tienes hambre?

—Um...

Cristopher no esperó a que respondiera y caminó a una de las bancas en donde los chicos habían dejado sus maletas y la bicicleta de Boni. Tomó su maleta y la abrió, para así sacar un par de sándwiches.

—Hoy no almorcé —dijo Cristopher, tomando asiento—. Mi mamá pensó que comería en la casa de Reb, e igualmente me mandó comida. ¿No son impresionantes las madres con su instinto?

Boni se acercó a Cristopher y se quedó parado al lado de la banca, observando a su amigo sacar los sándwiches de pan blanco de su empaque transparente. Eran de jamón y algo más, pensó Boni.

Cristopher le notó mirarle sin decir nada.
—¿No te vas a sentar?

—Yo... —Boni jugó con su dedo en la madera de la banca—. En realidad, no tengo hambre.

—Ok. Ven y come.

—Te acabo de decir que no tengo hambre.

—Vale. Toma.

Boni hizo un mohín enojado y recibió de mala gana el sándwich que Cristopher le extendió, expresándole con ello que no le interesaba recibir un no de su parte. De todos modos, Boni conocía a Cristopher, y sabía que ese chico estaba dispuesto a quedarse con el brazo estirado el tiempo que fuera hasta que Boni desistiera. Era terco.

Cristopher se corrió un poco para darle un espacio, y Boni suspiró antes de sentarse.

Miró su sándwich por un tiempo corto, analizando la textura que tenía el pan. Se sentía esponjoso y su olor lograba alcanzar el sentido de Boni.

Volteó su cabeza para mirar a Cristopher, que comía tranquilamente mientras estudiaba el pequeño prado de flores. El árbol que se alzaba sobre sus cabezas les cubría del sol, por lo que el rostro de Cristopher se veía moteado de rojo por la luz que lograba entrar entre los espacios del follaje. Se veía bastante reflexivo.

Di Mi NOMBRE [TERMINADA ✓] VERSIÓN NO CORREGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora