c u a r e n t a y c i n c o

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Esa mañana estuvo más fría de lo normal, y Boni sentía que no era porque fuera invierno.

El gélido sol ingresaba sus pálidos rayos a través de la cortina velada de su cuarto, la cual era ondeada por el viento suave que la empujaba. La noche anterior él había abierto la ventana para lograr escuchar las campanas de las iglesias o los villancicos que cantaban muy a lo lejos para que el silencio no fuera tan abrumador, haciéndolo sentirse atrapado.

Ciertamente la mansión podía ser enorme y muy hermosa, pero nada de eso valía a los ojos de Boni, porque él no veía más que un abandono frío y cruel. Cada día extrañaba más su orfanato, y cada día su añoranza lo invadía de a pocos... cada día se sentía más enfermo.

No supo a qué hora se despertó, pero pudo suponer que era muy temprano al sólo escuchar el canto de las aves; posiblemente eran las seis de la mañana.

Quiso volver a acostarse, pero no pudo dormir por una molestia en su pecho. Entonces se levantó, rendido, y se dirigió al baño para hacer lo que debía y lavarse muy bien la carita. Llegó al punto de meter toda su cabeza al agua porque no era capaz de despejar su mente de pensamientos que lo ponían triste.

Cuando concluyó, salió, sacudiendo su cabeza para espantar el agua de su cabello.

Lo primero que hizo fue dirigirse a la ventana, con la butaquita entre sus manos, y se asomó, observando el cielo que ya era iluminado suavemente por el sol de la madrugada. Buscó con sus ojitos a las aves que entonaban canciones, creando melodías dedicadas a la llegada de un nuevo amanecer.

Cuando una brisa rozó su piel pálida, cerró sus ojos, escuchando lo que el viento esa vez tenía para decirle. Le rompió el corazón no escuchar el sonido de los árboles ni del riachuelo, como acostumbraba antes. Le dolía, y ya no quería evitarlo, porque terminaría gastando energías de forma innecesaria.

Aspiró profundamente el aire, que en ningún sentido se sentía igual al de su orfanato, y luego lo botó temblorosamente, tragándose sus ganas de llorar. Ese día no quería hacerlo; ese día quería tratar de ser feliz. Por lo menos debía hacerlo por sus hermanos, que seguramente debían estar felices por la dichosa Navidad.

La noche anterior Albert le había enseñado un poquito de piano, comenzando a mostrarle las notas principales: "Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si", y le mostró cómo se debían poner los dedos sobre las teclas correctamente. Él no podía alcanzarlas todas debido al tamaño de sus manos, y posiblemente sería un conflicto tener que tocar la misma nota en distintos tonos, pero se esmeraría en dar lo mejor de sí para aprender a tocar aquel instrumento con el que soñó junto a Elías, e iba a cumplir su deseo fraternal, llegando a un recinto con miles de personas aclamando su nombre tras culminar su presentación. Él iba a crear una canción para él y Elías, de modo que, donde fuera que estuviese, supiera que Boni le estaba hablando, diciéndole que nunca lo olvidó.

Mantuvo los ojos cerrados mientras seguía escuchando a las aves y la suave brisa, que le revolvía sus mechones humedecidos. Entonces escuchó los ladridos de Chelsey y los abrió, de inmediato bajando la cabeza.

En el patio, Albert llevaba a Chelsey de la correa, seguramente para sacarla a pasear. Parecía que ese día había salido más temprano; Boni se preguntó por qué.

Los vio alejarse hasta que los pocos árboles cubiertos de nieve los ocultaron de su vista.

Albert en serio quería lo mejor para él, y, aunque Boni agradecía profundamente estar con alguien como él, se preguntaba la razón, pues no se sentía merecedor de tan grande afecto. No es que se hayan conocido de hace años... pero lo iba a apreciar siempre.

Di Mi NOMBRE [TERMINADA ✓] VERSIÓN NO CORREGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora