Besos sabor frambuesa

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Desde el balcón logro verlo. Está durmiendo tranquilo, está fuera del contexto de mi mundo lleno de trabajo. Ahí apacible entre las cobijas satinadas, desnudo y calmo, con sus cabellos cubriendo su lindo rostro. Ahí lo veo, lo admiro, y lo amo.

El café en la mesa deja ir un hilo de vapor. Los documentos están algo desordenados y a medio firmar. Mi mano sostiene el teléfono, y la voz de algún accionista del otro lado me mantiene entre trabajo y acuerdos a los que debo llegar.

Mas no dejo de verlo, admiro su gesto al despertar, sus labios abrirse cuando bosteza, y la manera en que tiembla por la fría brisa que le eriza la piel. Se cubre con las sábanas y me busca aún sin abrir los ojos. Sonrío mientras contesto alguna pregunta que del otro lado del teléfono me han hecho.

Tomo algún papel, estoy leyendo alguna cláusula, y cuando termino ya mi pequeño me ha encontrado. Sus ojos brillan cual luceros azules, sus cabellos rosas se ondean suavemente y se cubre ligeramente con la tela de la cama. Camina lentamente a mí, no sabe si debe acercarse o no, está inseguro, temiendo interrumpir algo importante. Así que yo con un gesto le indico que todo estará bien.

Palmeo mis piernas. Para que venga a ellas. Y eso hace, sin dudar más corre a mí. Se sienta en mi regazo y olfatea mi cuello. Yo le abrazo con dulzura, le enredo en mis brazos y le acaricio la cintura desnuda. Ya quiero terminar la llamada, quiero acabar con mi trabajo, para dedicarle todo mi tiempo.

—Sí, he leído ya toda la normatividad, no parece haber ningún tipo de problema. Y si el equipo de marketing aprueba los últimos detalles y finanzas designa el capital necesario, tendremos todo listo para que el resto del equipo comience los preparativos—

Siento sus suaves labios en mi cuello, siento sus manos en mi pecho, siento cómo desabotona mi camisa poco a poco. Su tibio aliento en mi piel me vuelve loco.

—Enviaré lo necesario. El secretario Jung estará al pendiente también. Buen día. Gracias—

Al fin puedo dejar el teléfono sobre la mesa y tomar la piel de mi pequeño entre mis dedos. Abrazarlo más a mí, regresarle cada cariño, cada gesto de amor. Besar su frente y jugar con sus cabellos.

—Mi Jiminnie—

—Yoongi—

Me dice sin honoríficos. Sin la formalidad, y con la intimidad que amo.

—Dime, precioso—

—Te amo, Yoongi—

—También te amo, cariño—

Tomo su mentón y le acerco a mí. Sus labios rozan los míos, saben a moras, ácidas, dulces. Me pide más y no dudo en ello, hago intenso el beso, lo dejo sin respiración y luego le suelto. Ambos sonreímos como tontos.

—Mi señor— dice sobre mi pecho —¿Dónde estamos?—

Me ve con curiosidad y le comprendo, el lugar es algo especial.

—Mmm... estamos donde quieras estar—

—Mi señor— frunce el ceño de manera tierna —No juegue conmigo—

Toco su nariz con la punta de mi dedo índice, doy un golpecito tierno, él la arruga en un gesto y yo me rio ante lo adorable que es.

—Estamos en un hotel—

—¿Hotel? Es que... no comprendo, los edificios de ahí afuera no se parecen a los de siempre—

—Es una ilusión óptica, mira—

Con solo pensarlo la vista llena de edificios de estilo victoriano con tejados azul palo, el cielo con estrellas y una media luna a medio amanecer, desaparecen. Ya solo se ve la ciudad con edificios llenos de vidrios fríos y el cielo cubierto, sin rastro de astros.

Azul Iridiscente // yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora