Azul Iridiscente // yoonmin

Secretos revelados

Llego y lo primero que hago es esconderme bajo la mesa. El pánico me envuelve, siento los nervios tensarse por todo mi cuerpo, el calor de la sangre bajar su temperatura al punto helado, como si cubos de hielo fueran lo que avanzaran por mi torrente. Mi respiración es errática, no puedo evitar abrazarme a mí mismo. Los recuerdos llegan todos juntos, aquellos que creía, no olvidados, pero sí superados.

—Hoseok. Necesito que le pidas a Namjoon vernos lo antes posible. Todos deben venir. También debemos estar alerta en todo, realmente en todo—

—Yoongi, ¿qué sucede?—

—Es... Bueno, acabo de romper la promesa—

—¡¿Qué?!—

—Bueno ya sabías que pasaría tarde o temprano. Y sabes que no fui yo el culpable—

—¿Y Jimin? ¿Algo sucedió?—

—Necesito hablar primero con él, luego les diré—

Escucho su conversación, estoy entre el sonido de aquellas voces y las de mis recuerdos. Me abruma lo que pasa frente a mis ojos, las imágenes de aquellos momentos, la cálida y última sonrisa, y el grito antes de haber escapado.

—Jimin, pequeño. Por favor, tienes que verme a mí—

Me sacude con cuidado, me habla con ternura, la voz del señor Min me abriga, calma mi frío. Sus manos en mis mejillas, donde las lágrimas corren y se vuelven partículas negras que se aglutinan en el aire, como un líquido viscoso, porque ahí simplemente fluye mi miedo, el más grande.

—Por favor, Jiminnie—

Detengo mis sollozos, parpadeo para poder ver con claridad tras aquella cortina negra de recuerdos. Veo su rostro, tan perturbado, tan marcado de sufrimiento, perdido y sin saber qué hacer.

—Señor Min~ yo...—

Me abraza, al fin escuchó su latir, como si todo ese tiempo lo hubiera contenido, como si no hubiera respirado del temor de verme así.

—Calma, mi pequeño Jiminnie. Calma, estoy aquí, no llores, yo estoy contigo—

Asiento y me aferro a su cuerpo, su calidez es lo que necesito, su piel que arde como el fuego, su respiración calma, su pecho subir y bajar. Ese suave susurro tras mis orejas, el beso en mi mejilla y su mirada llena de algo que puedo comprender es cariño.

—¿Mejor?—

—Mejor—

—Mi pequeño Jiminnie, necesito que me digas...—

—¿Es necesario?—

—Sí, absolutamente, así yo podré protegerte—

—¿Me contará sobre ella?—

Veo que frunce el ceño, no quiere ceder ante ello pero debe hacerlo.

—Te contaré sobre ella lo que quieras. Pero primero me dirás sobre ti—

—Bien. Puede que no sean necesarias mis palabras—

—¿Eh?—

Me estiro, tomo alguna de aquellas burbujas negras que flotan en el aire. Es densa, es pegajosa, mis manos la sostienen y pronto se ilumina.

—¿Qué carajos...?—

—¡Shhh! Debe acercarse—

La burbuja es una nube de recuerdos. Un espectro de lo que soy y de dónde vengo. Ahí adentro está contenido cada detalle de lo que me ha pasado y cómo he llegado a este punto.