Fragmentos del alma

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Abro los ojos lentamente, todo sigue oscuro, excepto por la bola de fuego verde que resplandece a mi alrededor, es una parte del alma del señor Min, es un tierno zorro.

Me incorporo y estiro mis brazos, he dormido de lo más tranquilo. Aclaro mi vista, intento ver dónde estoy y también busco la hora del día. No hay una respuesta.

Cuando volteo al rincón lo veo. El señor Min está en el sillón de la habitación, descansa, o eso pienso, hasta que me percato de todos los pedazos de su alma esparcidos por la habitación, vigilando. Cuento, uno, dos. Cuatro en total.

Toco descalzo el suelo, camino hacia él y me siento a sus pies, en la superficie nubosa que es el piso. Los pequeños zorros de un color esmeralda que se encienden como fuego, corren a mí, revolotean a mi lado, no puedo evitar sonreír y verlos con ternura.

—Debería descansar—

Uno de los pequeños sube a mi hombro, se acurruca cerca de mi mejilla, me está dando calor, porque mi piel está helada.

Veo en el señor Min tan poco rastro de serenidad que me preocupo. Su entrecejo está fruncido, parece que aprieta la mandíbula y los puños los tiene bien cerrados. Con mucho silencio y cuidado me acerco a él, trepo por su regazo, sin molestarle, hasta su cuello. Absorbo su fuerte aroma, como el bosque, la nieve y el anís.

No me contengo porque muchas veces he querido hacerlo y sabiendo aún que él no está dormido, lo hago. Lamo su mejilla derecha, su sabor me hace sonreír, aunque también es mi travesura.

—¿Acaso eres un gato, Jimin?—

Brinco fuera de él, me alejo, corro al rincón de la recámara, a la esquina de la cama donde me escondo. La vergüenza me invade. Y más cuando escucho los pasos acercarse a mí. Hay una seriedad en el ambiente que me asusta.

Veo la silueta acercarse. Veo el rostro del señor Min tan hermético, sin expresarme nada y a la vez llenándome de miedo y tristeza.

—Jimin—

Su voz es firme. Me asusto más por haber seguido un instinto absurdo. Mi pecho sube y baja a un ritmo incalculable. Ya siento las lágrimas correr su corto tramo por mis mejillas.

—No... No quería... Yo...—

Me señala con su índice, se acerca a mí, sobre la cama se me acerca. Mi miedo ahora es confusión. Y luego sorpresa al sentir que su lengua es ahora la que recorre mi piel.

—Sabes como el agua dulce—

Pestañeo sin creer lo que ha pasado. Mis ojos son verde agua, claros y llenos de brillo.

—Eres la cosa más bonita—

Mis mejillas arden, mis ojos cambian a un gris y yo chillo por aquel halago.

—Señor Min...—

Tartamudeo, al ver que su mano quiere tocarme, pero cuando está cerca de mis mejillas manoteo para alejarlo. Siento que un roce más y no podré controlarme a mí mismo.

Me levanto de un brinco a la puerta, la abro y justo a la salida me encuentro con uno de los zorros del señor Min. Retrocedo lleno de miedo. Este no es un bebé de fuego. Es imponente, más grande que un zorro común, de un pelaje plateado, ojos esmeralda y patas gigantescas. Su cola termina encendida en fuego verde. Termino en el suelo, golpeándome el trasero.

—Calma Jimin, no te hará daño. Es Gi. Mi alma protectora, o parte de ella, la dividí en tres porque uno nunca sabe y no es que las criaturas me quieran mucho—

—¿Me está queriendo decir que hay más de estas cosas?—

Señalo aterrado al zorro que me olfatea y está sobre mí.

Azul Iridiscente // yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora