¡Feliz cumpleaños!

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Gruño de insatisfacción al no sentir su cuerpo cálido en la cama. Me enrollo en las cobijas haciendo pucheros. Pataleo intentando librar mi frustración. Y termino en el suelo con el cabello alborotado y un moretón en el brazo. Estoy enojado, conmigo mismo.

Tras odiarme en el suelo, me escabullo entre las cobijas y gateo hasta aquel lugar, aquel escondite secreto, aquel lugar que guarda aquella caja forrada de tela azul bebé con estrellitas brillantes. Pienso dos veces si es adecuado, si será correcto hacerlo, si el día es el indicado. La cabeza me da vueltas entre preguntas y cómo hacerlo, cómo tomar el valor y dejarme llevar por mis instintos.

Al final solo suspiro y tomo la tela peludita entre mis dedos. Me fascina la textura, hace que mi corazón brinque y emocione de tan solo imaginar la reacción de mi señor. Quiero ya, que sea el momento, y poder hacer perfecto el resto del día, solucionar mis errores, compensar haberme quedado dormido.

Preparo el baño rápido, con mis esencias favoritas, aquellas que sé él ama oler en mi piel. Lavo mi cabello dejando un aroma a moras frescas. Me hundo en la bañera un par de minutos, donde sé que veo el universo entre el agua, donde mis mejillas resplandecen entre estrellas y cometas. Ahí me siento más que vivo, siento mi alma, en el líquido jabonoso y su aroma encantador.

Al salir veo mi cuerpo desnudo al espejo, jamás sentí que este fuera algo, nunca pensé que fuere provocativo, menos lindo, tampoco me veía horrible, ni algo por el estilo, solo no era consciente de él. Me abrazo tímido y recorro con suavidad mis dedos por mi abdomen, subo con delicadeza y llego a mi cuello.

Ahí está aquel rasguño, aún parece vivo, rojo encendido como hoguera. Arde, arde como si fuera una maldición, más no lo es, eso ha dicho Jin, es solo una ligera herida de quien desapareció, de alguien pedir ayuda, de esa mujer pelirroja.

Frente al tocador está mi ropa. Nada tan provocador, nada tan simple, es un balance, algo tierno, según creo. Sin más subo las medias por mi piel, amarro las agujetas de mis tenis, cierro el botón del short de mezclilla, acomodo un croptop amarillo a mi silueta y en mi cuello amarro una mascada de tul. Así no se ve el rasguño. Para terminar, en mi cabello ligeramente húmedo acomodo aquella diadema y sin saber qué hacer solo tomo la otra pieza del conjunto en las manos. Mi señor sabrá, y lo esperaré con aquella duda.

He acomodado la casa ligeramente. En realidad, no hay nada que arreglar, son mis nervios los que me han tenido moviendo objetos de aquí a allá, buscando cosas por acomodar y polvo por limpiar. Mas no hay nada más, solo esperar a la entrada, sentado y respirando intranquilo. Acelerando el pulso al olerle apenas se acerca a casa.

Acomodo mi cabello. Me siento en el suelo sobre mis piernas, cierro mis puños y espero ansioso a que la puerta se abra, espero su reacción.

El código para entrar suena, sus zapatos sobre el suelo de madera y luego cuando la puerta se empuja a abrir. Su aroma me eriza la piel, fresco, húmedo, como el bosque oscuro en la noche luego de una tormenta, luego de lluvia, tranquilo como los pinos mecerse de un lado a otro y el escabullir de las criaturas entre las hojas.

Se detiene en seco, ni ha entrado, solo me ve con los ojos como lunas llenas, plateadas, brillantes, enormes y bajo ellos el aura roja me hipnotiza. Sus venas brillan bajo su pálida piel, sus manos que empuñan las llaves de auto, lucen garras, sus garras de zorro. No puedo evitar sentirme fascinado con sus orejas, las que escuchan claramente mi corazón latir sin control.

—¿Ji... Ji... Jimin?—

—¡Miau!— contesto con una sonrisa

Me sonríe, va a mí, se inclina a dar palmaditas en mi cabello y yo hago lo que en mi papel está, se restriego en sus piernas, queriendo su aroma, dejando el mío al mismo tiempo.

Azul Iridiscente // yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora