De sueño a pesadilla

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Las luces a mi alrededor manchan la oscura noche de tonos naranja, salpican mi vista de color, hacen una paleta de tonos brillantes, ni las estrellas fulguran con tanta intensidad. Las canastillas suben y bajan en su rítmico ciclo lento, muy lento para que la gente disfrute de la vista al tope, y así los enamorados, secretamente hagan de las suyas; o inunden de voces inaudibles, cargadas de sorpresa, de emoción, tal vez una mezcla de ello, el ambiente del lugar.

Señalo justo la canastilla con flores, aquella que no tardará en llegar al suelo y en la cual vamos a subir. Mi señor con una señal, hace que el personal nos dé el paso, dejando atrás a quienes hacen fila para subir. De alguna manera me siento mal, porque con solo una palabra de él, ya tengo todo.

Dentro es perfecto, con detalles dorados que le hacen elegante, las flores, enredaderas que le dan un olor fresco, aromático, un tanto dulce. Nervioso tomo la mano de quien me ayuda a subir, rápido me acomodo, y sin dejar de mover los pies, le dedico una sonrisa, a él, a quien frente a mí se que es mi alma destinada.

Ahí el aire sopla helado, pero disfruto la sensación, ambos lo hacemos. Mientras subimos hay silencio, mas no es incómodo, es perfecto. Como si nuestras mentes hablaran, así nos decimos todo, yo lo maravillado que me encuentro y él, con sonrisas el placer que le da saberme en plena felicidad.

Al tope, todo abajo se ve diminuto, la gente que va de un lado a otro es tan pequeña que quiero tomarla y darle refugio. Las luces, los puestos de comida, todo parece una maqueta perfecta. Así también el cielo se ve cerca, más de lo que está, como si pudiera abrazarlo, tocar las estrellas y saludar a la luna.

De pronto todo se detiene.

Mis ojos se muestran verdes, salpicados de gris. Nervioso, sin miedo, sin saber qué pasa. Y así le veo, mi señor parece calmo, luce tranquilo, me ve con intensidad.

—Jimin—

Susurra cerca de mí, el cómo se acerca logra que la canastilla se mueva y un poco de miedo me da, es que estamos lejos del suelo, muy lejos de aquella seguridad.

Ya su mano me calma, al pasar por mis cabellos, al verme con su mirada plateada, con ese destello guinda que le caracteriza, con esa mirada que es única de él.

—Jimin, ¿puedes prometerme algo?—

Su voz parece sufrir, es como si le acuchillaran, y estuviera al borde del llanto, así de frágil le escucho.

—Dime, que no desaparecerás, que estarás conmigo eternamente, más allá de esta vida, y este plano astral—

El latido de mi corazón duele, porque sé que aquella promesa es efímera, delicada, como el cristal más fino que con tocarle puede hacer sangrar.

—Solo quiero escucharlo, porque sé que es imposible—

Ya le veo a los ojos, sé que muestro mi preocupación, sé que en ellos ve los astros en plena batalla, mis mejillas coloreadas de negro, como estrellas sin luz. Sé que no puedo prometerlo pero quiero hacerlo, quiero decirle que más a allá de lo que conocemos estaremos juntos, sin dolor, sin impedimento, que estaremos hermosamente, como el momento que vivimos ahora.

Y sé que de una manera lo puedo pactar, decirle que lucharé en cualquier momento para que cualquier vida junto a él sea bella. Así que cierro los ojos y me acerco, entre los latidos que tengo, y mi respiración errática, me poso en sus labios, le tomo el rostro, me hundo en su alma.

Su sabor como el anís me embriaga, es como alcohol y quema, sin dudarlo es perfecto. Las notas primero helan, continúan su dulce sabor hasta su amargo característico y luego calientan el ser, como fuego, fuego verde, así como es él.

Azul Iridiscente // yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora