JungKook

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No sé siquiera qué pensar, mi mente está en blanco, así como mis ojos, mi iris se pinta blanco iridiscente, ni siquiera sé por qué, no es un color que alguna vez hubiera tenido, me siento perdido.

—Cariño, por favor mete esto al auto—

Me da un pequeño recipiente de cristal, es una urna, él me ha dicho, donde está el cuerpo en cenizas de Jungkook. Dentro hay una plantita, una flor rosa de pétalos pequeños y apenas visible. Es magia que jamás había visto.

—Cariño, anda al carro, iré en unos minutos—

No sé cuánto me lo ha repetido, pero no puedo moverme, aquel cristal me tiene hipnotizado, no es la magia de Jungkook, no está ahí lo sé.

—Jimin— gruñe con cariño y se detiene a verme —¿Qué pasa?—

—Usted hizo esto— señalo la flor —Kookie no está aquí—

—Jimin— suspira —Sí, es mi magia la que crea esa florecita. Tendría que haber surgido una por su cuenta, pero no sucedió, el cuerpo de Jungk... de Kookie estuvo mucho tiempo sin ser encontrado, creo que eso hace que la flor no brote—

Veo cada pétalo rosa del delgado tallo verde, diminutos, y caídos, como tristeza pintada al óleo, y me detengo en una hoja un poco más oscura con las esquinas rizadas, al centro de todo, enroscada y dejando fluir la magia en pequeñas lucecitas blancas.

—No quiero dejar así sus cenizas, es doloroso ver que nada brota, como si no fuera a existir nunca más o nunca lo hubiera hecho— me explica con nostalgia

—Creo que...—

Su teléfono suena, hasta aquí ha llegado la conversación. Y tal vez es mejor dejarla así, sin más que agregar dándole el debido luto, tan puro como se pueda conservar. Guardar silencio a algo que tal vez no tiene sentido.

El camino luce diferente, el camino que siempre recorremos y me es conocido esta vez es más melancólico. Mi señor conduce bajo la lluvia ligera que hasta hace poco no había empezado, la que de pronto empezó con una lágrima que pude ver en su rostro, en aquel que todo este tiempo lució, no sereno, ni calmo, pero sí enfocado en cada trámite que se tuvo que hacer.

Puedo ver la cabaña, aquella que es la unión de ellos, sus almas y mentes en un solo lugar, sin preocupaciones, sin tiempo. Es igual a siempre, la luna y el sol casi tocando el agua de la cascada de recuerdos, la niebla de cenizas blancas y estrellas que iluminan el camino, solo el pesar del lugar es diferente. Es melancólico, triste, sufre.

Al bajar veo a Jin llorando en brazos de Namjoon. Hoseok parece haberlo hecho no hace mucho, y Taehyung corre conmigo, toma la urna con cuidado y la abraza a su corazón. Somos nosotros seis únicamente.

—¿Cómo están?— susurra el señor Min delicadamente casi al borde del llanto

—Bien— suelta simple Hoseok

—Preparé algunos pastelitos de.. de...— Jin rompe en llanto

—Hizo los pastelitos favoritos de Kookie— completa Namjoon

—Pastelitos de Zanahoria— digo con los ojos brillando, azules como el cielo en pleno verano

—Sí, justo esos— tartamudea mi señor sin preguntar más, no le parece adecuado

Dentro todo parece un campo de flores, repleto de verdes y aromas frescos. Parece calmo, pero invade la tristeza al sentir que no hay más, al saber de ellos que la poca esperanza está muerta y que se sienten culpables por el alivio de al fin tener una respuesta, por cruda que es.

Azul Iridiscente // yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora