Capítulo 25: Tenerte cerca

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Cinco me abrió la puerta del coche y yo me subí en el asiento del copiloto. Él se subió para conducir, pero antes de arrancar el coche, me miró y me cogió de la mano. Yo lo miré muy triste y él me cogió la cara y me besó cariñosamente. Cuando nos separamos, Cinco colocó su frente junto a la mía y cerré los ojos, dejando que cayera una lágrima. Finalmente, Cinco se separó y pisó el acelerador.

- T/n... - empezó a decir, pero vio que yo me había dormido y sonrió sin decir nada.

Cuando llegamos, Cinco abrió la puerta, me cogió en brazos y me llevó a mi casa. Yo desperté y lo miré. Como no quería quedarme sola en mi casa por si llegaba mi padre, le pedí que se quedara conmigo. Al principio, no estaba muy convencido, pero al final accedió.

Cuando me soltó, me miró y me dijo:

- Si quieres puedo dormir en el sofá, no me importa. 

- De eso nada. Si te he pedido que te quedes, es para tenerte cerca. -dije muy seria. -Podemos dormir los dos en la cama.

- ¿No te molesta?

 - En absoluto. -dije restándole importancia.

Subimos a mi habitación, me cambié de ropa y me puse una camiseta ancha y unos pantalones cortos para dormir. Luego, busqué una camiseta de mi padre que pudiera quedarle bien a Cinco. Encontré una y se la di.

Cinco empezó a quitarse la corbata, pero no podía y empezó a maldecir:

-¡Vaya mierda de corbata! ¡Joder!

- A ver, deja que te ayude. -Dije acercándome.

Le desaté la corbata y él se quitó la camisa sin esperar a que yo me diera la vuelta. No pude evitar mirarlo fijamente mientras me mordía el labio. Cinco se puso la camiseta que le traje y se metió en la cama. A continuación, me recogí el pelo en una trenza y me metí en la cama con él. 

Nos colocamos uno frente al otro, mirándonos a los ojos. Todo estaba en silencio, pero Cinco lo rompió:

- Si te pongo nerviosa o estás incómoda dímelo, ¿vale?

- Cinco, estoy bien. No te preocupes.                                                                                                                            

 Le di un beso rápido en los labios y cerré los ojos. Estaba muy cansada, al fin y al cabo, había sido un día muy intenso y lleno de emociones.

Yo no lo sabía, pero Cinco se quedó mirándome un buen rato y cuando decidió dormirse, colocó su brazo alrededor de mi cintura.                                                                                                                                  

Yo sonreí y puse mi mano encima de la suya.                                                                                                          

Al día siguiente, cuando me desperté, abrí los ojos y no vi a Cinco.

- ¿Cinco? - lo llamé preocupada.

Abajo se escucharon unas voces hablando muy fuerte; me asusté y salté de la  cama para bajar abajo y ver qué pasaba. Vi a Cinco con la camiseta de mi padre hablando con él muy alterado:

- ¡Sí! ¡Pero que sepa que usted no tiene derecho a darme ningún consejo sobre cómo tratar a T/n! ¡Usted no estuvo allí cuando ella lo necesitaba! ¡Y ya no solo por T/n, sino por su mujer!

- ¡Ni te atrevas a nombrarla, pitufo metomentodo! -dijo mi padre.

- ¡Y tú no vuelvas a hablarle así a mi novio! - grité enfadada. - ¿¡Se puede saber dónde coño estabas?! ¡Porque te llamé veinte veces y no me respondiste ninguna de ellas! ¿¡Y ahora te presentas en casa borracho como una cuba y gritándole a mi novio?!

- ¡Ni se te ocurra hablarle así a tu padre! - gritó enloquecido.

- Tú no eres mi padre. - dije mientras cogía a Cinco de la mano para teletransportarnos a mi habitación, cambiarnos de ropa y largarnos de allí en el coche que robamos la noche anterior.

Me puse una camiseta de tirantes y una falda con las Converse azul marino que siempre me ponía.                                                                                                                                                                                  

Cinco volvió a ponerse su uniforme observando como yo me miraba al espejo y me hacía una coleta alta.

Cuando acabé, le indiqué a Cinco que bajara por la ventana. Saltó y yo hice lo mismo detrás de él. Corrimos hacia donde aparcamos el coche la noche anterior y volví a trastear los cables para que arrancara.                                                                                                                                                                        

 - ¡Vamos maldito cacharro! - grité enfadada.

En ese mismo instante recordé que mi padre guardaba una llave de repuesto debajo de una maceta para la camioneta que había en el garaje . La cogí y arranqué la camioneta. Cinco me miraba orgulloso mientras yo pisaba el acelerador para conducir rápidamente por las calles de la ciudad.        


Juntos en el apocalipsis (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora