Yo miré a Cinco desconsolada. Quería decirle que gracias por estar allí conmigo cuando nadie lo estaba, pero no podía ni abrir la boca. Él, como si me leyera el pensamiento dijo:
- No hace falta que digas nada. Sé que me lo agradeces.
Yo le sonreí, mientras lo miraba a los ojos. Entonces él se acercó a mí lentamente y me besó con cariño.
- T/n, vamos a por un café, ¿te apetece? - me dijo cuando se separó de mí.
Lo miré y asentí con la cabeza. Cinco siempre sabía lo que necesitaba en cada momento. Y me vendría bien despejarme, porque tenía un dolor de cabeza muy intenso. Cuando llegamos a la sala de espera, Cinco metió dos monedas en una máquina expendedora de la que salieron dos cafés solos. Vi a mi novio viniendo hacia mí con los cafés en la mano, vistiendo su uniforme escolar. Cuando llegó a mi lado, me entregó el café y se quitó la chaqueta para ponérmela sobre los hombros.
- Gracias, Cinco. -Dije con voz ronca.
- De nada, preciosa.
Nos tomamos el café en silencio, sin mirarnos siquiera. Yo estaba muy triste por la muerte de mamá y muy enfadada porque mi padre ni siquiera se había dignado en llamarme para ver cómo estaba. Me empezó a doler la cabeza y se me cerraban los ojos, pero no quería dormirme, así que me levanté de la incómoda silla y caminé hasta llegar a un gran ventanal con vistas a la ciudad. Recordé que cuando era pequeña, siempre contaba los edificios hasta cansarme, e inconscientemente, empecé a contar.
- Uno, dos, tres, cuatro... -dije susurrando.
Las lágrimas se acumularon en mis ojos y apenas podía ver con claridad. Parpadeé varias veces para aclararme los ojos y volví a ver bien. Dejé de contar edificios para contemplarme en el reflejo del cristal. La verdad es que no tenía muy buena pinta. Tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar y estaba despeinada, pero me dio igual. Detrás de mí vi a Cinco acercándose. Cuando llegó, me quitó el vaso de cartón ya vacío de la mano, lo tiró a la basura y mirándome dijo:
- Sé que lo que menos te apetece ahora mismo es hablar del tema, pero una enfermera me ha preguntado por ti. Ha dicho que cuando estés lista, puedes ir a rellenar una ficha con tus datos y los de tu madre.
- Vale,- dije sin girarme. - Ahora voy, no te preocupes. Solo necesito estar sola un momento.
- Está bien, como quieras. - dijo dándome un beso en la cabeza. - Estaré en la silla por si me necesitas.
- Gracias.
Conté hasta diez, me sequé las lágrimas y caminé hacia el mostrador de la recepcionista, donde me dijo que iba a llamar a la enfermera que me atendió antes. Al parecer, se llamaba Tiffany Byers, un nombre muy bonito.
- T/n, necesito que rellenes esto con tus datos y con los de tu madre. Y... los de tu padre también, solo por si no podemos contactar contigo si hay algún problema.
- De acuerdo. - Dije asintiendo.
Rellené la ficha y se la entregué a Tiffany, que mirándome me dijo:
- Gracias, cielo. Te llamaremos cuando puedas llevarte el cuerpo de tu madre.
- Vale, muchas gracias.
- De nada, T/n. ¡Cuídate!
Sonreí sin ganas y fui a encontrarme con Cinco, que se ofreció a llevarme a casa. Y aunque lo que menos me apetecía en ese momento era alejarme de él, acepté. Salimos del hospital y llegamos al aparcamiento para recoger el coche.
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Juntos en el apocalipsis (Terminada)
Random- Mami, ¿cómo conociste a papi? - ¡Sí, sí cuéntanos! - Está bien, sentaos en el sofá y os lo contaré todo. Yo era una chica de 13 años que vivía con sus padres en una humilde casa en una ciudad. Pero un día como otro, mis padres estaban peleando en...