Capítulo 24: Contando edificios

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Yo miré a Cinco desconsolada. Quería decirle que gracias por estar allí conmigo cuando nadie lo estaba, pero no podía ni abrir la boca. Él, como si me leyera el pensamiento dijo:

- No hace falta que digas nada. Sé que me lo agradeces. 

Yo le sonreí, mientras lo miraba a los ojos. Entonces él se acercó a mí lentamente y me besó con cariño. 

- T/n, vamos a por un café, ¿te apetece? - me dijo cuando se separó de mí.

Lo miré y asentí con la cabeza. Cinco siempre sabía lo que necesitaba en cada momento. Y me vendría bien despejarme, porque tenía un dolor de cabeza muy intenso. Cuando llegamos a la sala de espera, Cinco metió dos monedas en una máquina expendedora de la que salieron dos cafés solos. Vi a mi novio viniendo hacia mí con los cafés en la mano, vistiendo su uniforme escolar. Cuando llegó a mi lado, me entregó el café y se quitó la chaqueta para ponérmela sobre los hombros.

- Gracias, Cinco. -Dije con voz ronca.

- De nada, preciosa.

Nos tomamos el café en silencio, sin mirarnos siquiera. Yo estaba muy triste por la muerte de mamá y muy enfadada porque mi padre ni siquiera se había dignado en llamarme para ver cómo estaba. Me empezó a doler la cabeza y se me cerraban los ojos, pero no quería dormirme, así que me levanté de la incómoda silla y caminé hasta llegar a un gran ventanal con vistas a la ciudad. Recordé que cuando era pequeña, siempre contaba los edificios hasta cansarme, e inconscientemente, empecé a contar.

- Uno, dos, tres, cuatro... -dije susurrando.

Las lágrimas se acumularon en mis ojos y apenas podía ver con claridad. Parpadeé varias veces para aclararme los ojos y volví a ver bien. Dejé de contar edificios para contemplarme en el reflejo del cristal. La verdad es que no tenía muy buena pinta. Tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar y estaba despeinada, pero me dio igual. Detrás de mí vi a Cinco acercándose. Cuando llegó, me quitó el vaso de cartón ya vacío de la mano, lo tiró a la basura y mirándome dijo:

- Sé que lo que menos te apetece ahora mismo es hablar del tema, pero una enfermera me  ha preguntado por ti. Ha dicho que cuando estés lista, puedes ir a rellenar una ficha con tus datos y los de tu madre.  

- Vale,- dije sin girarme. - Ahora voy, no te preocupes. Solo necesito estar sola un momento.

- Está bien, como quieras. - dijo dándome un beso en la cabeza. - Estaré en la silla por si me necesitas.

- Gracias.

Conté hasta diez, me sequé las lágrimas y caminé hacia el mostrador de la recepcionista, donde me dijo que iba a llamar a la enfermera que me atendió antes. Al parecer, se llamaba Tiffany Byers, un nombre muy bonito.

- T/n, necesito que rellenes esto con tus datos y con los de tu madre. Y... los de tu padre también, solo por si no podemos contactar contigo si hay algún problema.

- De acuerdo. - Dije asintiendo.

Rellené la ficha y se la entregué a Tiffany, que mirándome me dijo:

- Gracias, cielo. Te llamaremos cuando puedas llevarte el cuerpo de tu madre.

- Vale, muchas gracias.

- De nada, T/n. ¡Cuídate!

Sonreí sin ganas y fui a encontrarme con Cinco, que se ofreció a llevarme a casa. Y aunque lo que menos me apetecía en ese momento era alejarme de él, acepté. Salimos del hospital y llegamos al aparcamiento para recoger el coche. 

Juntos en el apocalipsis (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora