2. Vivo

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Horas después, el dragón estaba nuevamente sentado en la cama, mirando hacia la pared. La mayoría de la comida que le habían dado estaba olvidada sobre la charola en el piso. De alguna manera, el recordar la promesa que le había hecho a su madre... lo hizo perder el apetito. Muchos recuerdos dulces y felices volvieron al pensar en la mujer que le había enseñado casi todo. Claro, había aprendido mucho de su padre también, pero siempre había sido más cercano a su madre. Tal vez porque a veces él podía parecer un poco... delicado. Incluso parecía obvio que su pareja sería un hombre. Realmente no se quejaba de eso, le encantaba la idea de alguien protegiéndolo cuando se sintiera débil.

Por supuesto, ahora que pensaba en el pasado, se arrepentía de haber "saltado" sobre el primer hombre que pretendió ser su pareja. Había sido un acto muy descarado, sus sonrisas falsas, su voz tratando de ser dulce al alagar a Gun... y aun así él había caído.

Después de varios años, aún no entendía por qué. Tal vez porque ahora era mucho más maduro, tal vez porque había crecido mientras vivía en esa aburrida y vacía habitación. Él realmente odiaba esa habitación, pero sabía que no podía escapar. Su única esperanza era que su captor se aburriera de él y lo sacara a patadas. Por supuesto, estaba la posibilidad de que el vampiro matara a Gun antes de deshacerse de él, pero el dragón casi no pensaba en eso. Después de vivir así por tantos años, incluso la muerte parecía un escape. Un dulce, dulce escape a la nada.

La cabeza del dragón se levantó en el momento que escuchó la puerta ser abierta nuevamente. Pero esta vez, él estaba ahí. Gun tragó saliva y se encogió en la cama hasta que su espalda tocó la fría pared. Un escalofrío recorrió su columna mientras la figura más alta que él caminaba en su dirección, dejando salir una gélida y cruel risa de sus labios.

- ¿Qué pasa, Gunnie? ¿Ya no te gusta la fruta? –Preguntó, su voz con el mismo tono dulzón que alguna vez hizo sonrojar a Gun. Pero ahora solamente le hacía sentir miedo. No contestó, solo dejó salir un débil gemido asustado cuando sus ojos se encontraron con los del mayor– ¿Por qué no hablas, Gunnie? –Preguntó nuevamente mientras se arrodillaba en la cama, con su rostro a solo unos cuantos centímetros de distancia de Gun.

Antes de que pudiera gemir de nuevo, de la nada el vampiro atrapó su cuello con sus largos dedos. La presión no era tanta como para que Gun no pudiera respirar, pero una de las afiladas uñas del vampiro estaba cortando la sensible piel del menor. Gun se encogió al sentir el débil dolor, pero rápidamente el miedo apareció en su mirada al darse cuenta de lo que estaba a punto de suceder.

El mayor simplemente lamió sus labios, sin decir nada. Siempre le había encantado ver el miedo en los ojos de sus presas cuando entendían que iban a morir, lenta y dolorosamente.

Pero antes de que algo pudiera pasar, la determinación apareció en los ojos del dragón. Con todas las fuerzas que pudo reunir, puso sus manos en los hombros del vampiro y lo empujó contra la pared. Incluso él se sorprendió de la magnitud de su empujón, ya que realmente fue capaz de alejar al mayor hacia el muro. Una pequeña luz de esperanza se asomó en su mirada en cuanto se levantó y corrió hacia la puerta. Su captor parecía seguir mareado por el impacto de su caída, así que no se veía como un obstáculo.

Sin embargo, antes de que Gun pudiera llegar a la salida, fue tomado por el cabello y levantado por los aires. Dejó salir un grito de dolor y trató de zafarse del agarre de hierro del vampiro.

- ¿Realmente creías que ibas a poder escapar así nada más, imbécil? –El mayor soltó una risa frente al rostro del dragón, con sus colmillos brillando. Pero eso solo hizo que Gun forcejeara más. La libertad estaba tan cerca, su madre estaba tan cerca...

- ¡Déjame ir! –Gritó, golpeando al vampiro con todas sus fuerzas.

La cabeza del hombre giró por el impacto, pero no lo soltó. Solamente sonrió. Y de repente, Gun fue lanzado hacia la cama otra vez. Sintió una punzada en su cuello y sus ojos se agrandaron cuando se dio cuenta de lo que estaba sucediendo.

- No... –Susurró, sintiéndose débil y mareado al instante. No había comido mucho en los días anteriores, y se estaba lamentando por ello.

Mientras la vida se escapaba del pequeño cuerpo, el vampiro solo podía sonreír. La sangre sabía tan dulce... como miel, pero picosa. No podía comparar su sabor con nada que hubiera bebido antes, incluso podía saborear la manzana que Gun había comido hace unas horas. Pero tal vez así era como sabía la sangre de dragón; dulce, frutal, un poco picante... perfecta.

Mientras los ojos del vampiro se blanqueaban en puro placer al saborear el dulce néctar, su presa lentamente estaba quedando inconsciente. Todavía estaba vivo, pero por muy poco. Su corazón latía muy lento, débil, apenas señalando que seguía con vida. Y en el momento en el que el vampiro sintió que el pequeño se había desmayado, sus ojos se agrandaron. Rápidamente alejó sus colmillos del cuello del menor, dejando un hilo de sangre correr por la pálida piel. Soltó una maldición, realmente no había tenido la intención de matar al dragón, solo quería asustarlo un poco. Lo único que quería era que por fin se transformara para poder utilizarlo como su herramienta. ¿Era eso mucho pedir?

Pero mientras más miraba a la figura frente a él, más se daba cuenta de que se había alejado muy tarde. El latir del corazón del chico iba disminuyendo poco a poco, y era obvio que estaba al filo de la muerte.

No queriendo ser acusado de matar a la joven criatura, lo levantó de la cama, salió de ese lugar y corrió. Corrió durante mucho tiempo, no supo cuánto, pero no le importaba. Sabía que si alguien encontraba su esencia en el cuerpo del chico, no iban a sospechar que él le había hecho eso, porque él era una pareja amorosa y protectora, alguien que adoraba a Gun más que a nada. Además, los padres de su pequeño juguete habían estado llamado más a menudo. Era obvio que aunque les diera excusas, ellos iban a aparecer en su casa pronto, y no quería arriesgarse a que se dieran cuenta de que su pequeño niño ya no estaba ahí.

Cuando lanzó al dragón al piso de un callejón olvidado, Gun apenas respiraba. Si el vampiro no hubiera tenido una mirada aguda, incluso en la oscuridad, ni siquiera hubiera visto los muy leves movimientos de su pecho mientras subía y bajaba. Iba a morir en unas cuantas horas, era obvio.

- Dulces sueños, Gunnie – Dijo, mientras dejaba un beso en la frente del menor por última vez.

Lo que él no sabía, era que Gun estaba despierto. Apenas, pero lo estaba. No podía ni levantar su dedo pequeño, su cuerpo se sentía demasiado débil, pero pudo sentir esos fríos labios en la piel de su frente.

El vampiro corrió y se alejó rápido, con una sonrisa en sus labios. Otra "pareja" suya que se iba... era momento de encontrar una nueva.

Una vez que Gun se dio cuenta de que el mayor se había ido, trató de sentarse. Su cabeza estaba punzando y apenas podía ver en la oscuridad debido a los pequeños puntos de luz que flotaban en su visión... pero por fin era libre. Una pequeña sonrisa se formó en sus labios, justo antes de volver a desmayarse.

Y así fue como Off lo encontró. Pálido, inconsciente, pero sonriendo... y vivo.

La Historia de un Dragón Roto -OffGun-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora