Capítulo 44 - El reencuentro

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Espero que les guste el título ;)

Como es usual y algo que nunca va a cambiar: las quiero mucho causitas, y nos vemos en la próxima actualización! <3

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Yao empalideció al escuchar a su amigo decir aquello. Se acercó rápidamente soltado el lanzallamas al suelo —¿[Nombre]? — pregunto por instinto cuando, ya al lado del ruso y mirando de cerca a la chica inconsciente, —Respira, pero muy débil— sentenció notando el pausado y casi invisible movimiento de la espalda de ella al inhalar y exhalar. Ivan hizo el ademan de agacharse para bajar a la muchacha de encima de él, con las intenciones de facilitarle al chino la tarea de examinarla mejor, sin embargo, Yao habló rápidamente al notar eso —No la bajes, tenemos que llegar a casa— dijo recogiendo el lanzallamas y volviéndolo a guardar en la mochila de la jovencita afiebrada.

Y así, saliendo del callejón inundado por el hedor de la muerte y la putrefacción, ambos hombres corrieron por sobre sus pasos hasta volver a una zona conocida y, de ahí, dirigirse a la casa. En busca de ayuda y en busca de salud para la muchacha que los había salvado una vez más. Esta vez no con su fuerza, sino con su conocimiento. Aún tenían mucho qué procesar, pero aquel asombro por lo vivido anteriormente podía esperar. [Nombre] no.

Los dos dejaron de correr en algún punto. Ivan estaba agotado por cargar con el peso de la [nacionalidad], pero al no poder detenerse, caminaron lo más precavidos y rápido que pudieron. No querían cruzarse con más infectados ya. Habían tenido suficiente por un día. Más que suficiente, de hecho. Y en aquella búsqueda de la casa donde recordaban haberse estado quedando, Ivan cayó al suelo.

—Mierda, no vamos a llegar— lamentó el ruso de rodillas sosteniendo lo más firme que podía a la muchacha en su espalda.

Yao se agachó preocupado para estar a la altura de su amigo —¿A qué te refieres? — preguntó asegurándose de que no hubiesen infectados cerca que pudiesen lanzárseles encima mientras descansaban unos segundos.

—No puedo ponerme de pie— respondió Ivan aterrado ante su estado. Estaba cansado, pero haber cargado con el peso de la chica todo este tiempo lo estaba matando.

Yao no tenía las fuerzas suficientes en ese momento como para ahora ser él quien llevase a [Nombre]. Podría ir a la casa por delante y buscar ayuda, peor dejaría a la [nacionalidad] y al europeo solos, ella desmayada, y él casi inmóvil por el cansancio; y aquello era muy arriesgado. Ivan necesitaría ayuda para llegar hasta la casa si de verdad no podía mantenerse de pie, y el chino podía prestarle sus hombros para ayudarlo a caminar, ¿pero qué pasaría con [Nombre], entonces?

¿Acaso no había forma de que los tres saliesen con vida de aquella situación?

No, tampoco era para tanto. Yao sabía que eventualmente pasarían infectados por ahí y ellos tendrían que volver a correr, pero ya estaban cerca de la casa, y en ese preciso instante no estaban siendo perseguidos. Tenían que permanecer juntos ocurriese lo que ocurriese, no dejarían a nadie atrás. No era opción.

Solo tenían que esperar a que uno de ellos recuperase las fuerzas suficientes para cargar a la joven el camino que restaba a la casa. Y rezar porque, en ese tiempo de espera, no apareciesen infectados. Tan solo ser vistos por uno sería un peligro. Estaban demasiado agotados como para siquiera defenderse.

Así, en medio de la calle, los jóvenes despiertos rezaron porque no apareciesen muertos, mientras intentaban pensar en otra forma de ponerse a salvo.


Siendo aún temprano en la única casa del pueblo habitada por vivos, la mayoría de los supervivientes se encontraban aun durmiendo, y quienes ya habían despertado, buscaban en la cocina algo con qué desayunar. La sala y el comedor tan solo alojaban a un joven que, decidido frente a la puerta de entrada, botaba un suspiro inaudible tomando el valor para abandonar la casa.

Infectados - Hetalia x lectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora