Capítulo 7 - Como el infierno, quema

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Lovino ya no se encontraba más en la puerta, ahora se hallaba sentado en el suelo junto a la chimenea, con la espalda apoyada en la pared. Ni bien vio como la chica había comenzado a reír, supo todo estaría bien, ¿quién no se enamoraría con verla sonreír siquiera?
Era muy consciente de que había sido bastante maldito con todo lo que había dicho, pero estaba realmente molesto y estaba en todo su derecho de estarlo.
Había dejado la puerta entreabierta, pues estaba muy seguro de que la [nacionalidad] entraría unos minutos después con el herido en brazos.
Y no se equivocó del todo.

[Nombre] ingresó a la casa con los cuatro desconocidos, el de barba cargando al herido, y los otros dos no muy confiados siguiéndoles al paso. Sabían que la chica parecía tener buenas intenciones, ¿pero qué había del chico que había hablado minutos atrás? Los dos hombres sentían un poco de escalofríos, aunque se esforzaron por no demostrarlo. Por otro lado, el de cabello largo estaba demasiado preocupado por el muchacho que cargaba en brazos como para pensar en el italiano.

-Ponlo ahí- Mencionó la [nacionalidad] señalando el sillón más grande en la sala mientras ella dejaba la azada apoyada contra la puerta ya cerrada. El de barba acató y recostó al herido en donde había indicado la chica. Ella miró alrededor en silencio, balanceó sus posibilidades y decidió irse hasta el extremo, pensando en lo peor -Lovino, enciende la chimenea, necesito fuego- Habló sorprendiendo a todos, sin embargo, el italiano obedeció.

El motociclista fue a la cocina en busca de algo que le ayudase aprender las maderas viejas que habían ahí mientras la joven tomaba en sus manos la cajita blanca y se acercaba al mueble en L. Abrió el botiquín y sacó algodón, alcohol, agua oxigenada, gazas y vendas. Miró por unos segundos los implementos de sutura y decidió no tomarlos por el momento.
La muchacha corrió hasta la cocina viendo como el motociclista ahí buscaba algo entre los cajones. Ella tomó un plato hondo y lo lleno de agua para regresar rápidamente a la sala de nuevo.

El que había cargado al herido estaba agachado frente al chico que sangraba, acariciando la frente del muchachito que respiraba con pesadez. Los otros dos hombres estaban apoyados en la pared mirando asombrados a la chica movilizarse nerviosa por la casa.

-Ya- Dijo involuntariamente ella una vez se arrodillo frente a la herida - ¿Puedes hablar?- Preguntó mirando al chico tendido en el sofá.

Él, con mucho esfuerzo, entreabrió los ojos mirándola y negó.

[Nombre] suspiró resignada y miró al hombre que se encontraba agachado a su lado - ¿Cómo se llama?- Pregunto alterada intentando calmarse

-Matthew Williams- Respondió el de cabello largo

-Muy bien, Matthew- Habló ella con dulzura tomando la mano del herido, viendo como este aún la miraba consciente -Voy a limpiarte la herida y luego voy a proceder a cerrarla, ¿está bien?- Comentó con una sonrisa en sus labios. El joven echado solo pudo asentir de acuerdo.

Todos se sorprendieron de aquello. Incluso Lovino, quien ya se hallaba prendiendo la chimenea. El italiano ya lo había notado antes pero, ¿por qué ella siempre decía qué era lo que iba a hacer? Los otros tres desconocidos se asombraron de su amabilidad y su repentina sonrisa los hizo calmarse de sobremanera. Transmitía tanta paz que solo pudieron agradecer el haberse topado con ella.

La [nacionalidad] tomó bastante algodón y lo sumergió en el recipiente con agua que había traído. Desinfectaría la herida en tres partes: la primera sería tan solo con agua, y se centraría en limpiar el abdomen de Matthew. Cuando terminó con eso, tomó la pequeña botella de agua oxigenada y, sin pensarlo mucho, presionó el chisguete que traía en la tapa y dejó caer un pequeño chorro constante del desinfectante en la herida del joven. [Nombre] sabía que el agua oxigenada no picaba para nada, por lo que no le preocupó que ardiera. Luego de haber empapado la herida con eso, tomó un algodón y le echó alcohol, desinfectando con sumo cuidado la herida. Esta vez, Matthew soltó pequeños quejidos, la picazón del líquido debía ser tremenda.

Infectados - Hetalia x lectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora