Los pasillos eran altos y anchos, con abundante iluminación y un suelo brillante. El edificio quedaba en el centro financiero de la ciudad, contando con veintitrés plantas de oficinas bancarias. En el primer piso había congregada una extrañamente gran cantidad de gente, aparte de los oficinistas que diariamente trabajaban ahí. Habían venido un gran grupo de inversionistas europeos que, a pesar de no conocerse entre ellos, permanecía juntos. Además, habían asistido también empresarios que, viviendo incluso al otro lado del país, se encontraban en aquel edificio.
Eran casi las nueve de la mañana, la reunión de empresarios por la cual todos habían asistido empezaría en alrededor de una media hora, pero la gente ahí parecía ser ridículamente puntual. Además de estar conociendo las instalaciones por delante, claro está.
Había un albino, un joven que había venido desde Alemania enviado por la empresa en la que trabajaba. Sin embargo, a pesar de encontrarse con el resto de la masa de inversionistas europeos, no entendía la razón de su viaje y su estadía en aquel país. Realmente se encontraba un poco perdido entre tanto empresario. Y ni bien vio la oportunidad de alejarse del tumulto de gente, la tomó. Estaba preocupado y algo angustiado. Aquella mañana se había tomado el tiempo de oír las noticias. Y la verdad es que no sonaban para nada bien. Algo sobre un brote altamente infeccioso que cambiaba el comportamiento de los enfermos volviéndolos agresivos. ¿Se supone que debía marcharse y resguardarse?, ¿o acaso era mejor continuar con el trabajo?
No le duró mucho el cuestionamiento interno, pues para cuando por fin tomaba la decisión de mejor abandonar el lugar y esperar nuevas noticias por parte del Estado, por las gigantescas puertas de vidrio ingresaron desesperados ambos guardias de seguridad que custodiaban el ingreso desde fuera. Una vez ambos dentro, cerraron la gran entrada y comenzaron a hablar acaloradamente entre ellos. Pero además del albino, nadie más pareció notar la situación.
Nadie más excepto un atento japonés, quien se encontraba, en ese preciso momento, bajando por un ascensor de vidrio en medio de la gran construcción. Y así, aun estando a segundos de llegar a la planta base, supo que algo no andaba bien. Estaba solo cuando llegó al suelo y salió de la caja de vidrio, notando como, en el solo abrir y cerrar las puertas del ascensor, ya todos dentro del edificio habían notado la situación en la que se encontraban. Y aquel ventanal en el cual se encontraba la entrada del edifico ahora cerrada era, de pronto, golpeada por decenas de personas desde el exterior.
La gente fuera de la construcción estaba en pánico, pidiendo porque se les permitiesen el ingreso. Y no faltaron ni un par de minutos para que, detrás de estás aterrorizadas personas llegasen torpe pero rápidamente otras, abalanzándose sobre ellos y devorándoles con ferocidad. Y fue ahí cuando comenzó el caos.
La sangre pintó los cristales y el horror los rostros de los oficinistas. Iniciaron los gritos y las carreras desesperadas por abandonar el lugar. Lo cual, en realidad, era la peor decisión de todas. Varios hombres en terror completo corrieron hacia las puertas del lugar aclamando por salir, en pánico por sus familias y seres queridos que no se encontraban con ellos. Los guardias de seguridad intentaron detenerlos, pero el miedo de estas personas fue mayor, y las puertas fueron abiertas de par en par. Unos cuantos oficinistas fueron los suficientemente afortunados como para escapar entre los vivos y los muertos, pero otros no pudieron salir a tiempo para cuando los enfermos comenzaron a ingresar el edificio en busca de más presas.
El japonés rápidamente volvió sobre sus pasos y, aunque aterrorizado por dentro, volvió tomar un ascensor con calma y sin necesidad de correr. Subió sin problemas hasta el último piso. El razonamiento en su cabeza había sido rápido. También había oído las noticias aquella mañana. En la planta veintitrés se encontraban una exposición de reliquias. Armas a través del mundo y los siglos. Aquel hombre en el ascensor de vidrio aún recordaba la katana que vio. Y si necesitaba algo para defenderse, no había mejor opción que esa.
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Infectados - Hetalia x lectora
FanfictionY de pronto los muertos comenzaron a caminar, dejando a su paso muerte y desgracias. [Nombre] logra escapar del desastre pero, ¿logrará sobrevivir ante tanto caos? Definitivamente, sola no lo podrá hacer. Y así, nuestra protagonista conocerá a much...