Capítulo 4 - La primera noche

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Luego de esa última conversación, la tienda se quedó en silencio por un par de horas. Horas en las que los dos recién llegados aprovecharon de ir al baño y de alimentarse, pues ambos estaban hambrientos y sedientos. Los cuatro juntos buscaron entre los sándwiches del lugar –pues eran mejores que simples galletas o frituras- algo qué almorzar; y sentados en círculo en el suelo comieron en silencio.
Todos acabaron de llenarse bien los estómagos para cuando volvió a comenzar una conversación amena.

Entre los comentarios e historias que contaban, el italiano, quien no parecía haber estado prestando mucha atención durante todo ese tiempo, dirigió rápidamente y algo sorprendido la vista a la muchacha — ¿Cuántos años tienes, [Nombre]?— Preguntó curioso de repente interrumpiendo el silencio que se había formado tras un comentario del albino, ¿cómo es que no se lo había preguntado antes?

La chica quedó un tanto descuadrada con aquella pregunta tan repentina —Veintidós, ¿por qué?— Respondió confundida, sin embargo, se dio cuenta que la pregunta formulada por ella al final no tenía mucho sentido, por lo que negó con la cabeza ante sus palabras y volvió a hablar — ¿Tú cuantos tienes?—

—Veinticuatro— Respondió Lovino pensativo, dejando de mirarla para posar su vista en los otros dos.

—Yo tengo veinticinco— Habló el japonés ante la mirada del de ojos verdes

—Vaya, yo tengo veintiséis— Se sorprendió el albino — ¡Soy el mayor!— Comentó, al parecer, emocionado.

—Disculpen, Vargas, [Apellido] — Habló interrumpiendo las risas del albino el japonés. Quien, al parecer, no se sentía cómodo llamando a las personas por algo que no fuesen sus apellidos. Ambos nombrados voltearon a ver al de cabellos oscuros. — ¿Ustedes piensan pasar la noche aquí?— Preguntó con seriedad absoluta, atento a su respuesta.

—Pues sí— Respondió dudosa la chica, mirando al italiano. —Supongo que mañana las cosas estarán un poco más calmadas, así que podríamos empezar a movilizarnos por la mañana— Pensó mientras hablaba. Sacó del morral que tenía al lado el reloj de muñeca. Marcaba las 3:45pm. —De todas formas, en los siguientes días la gente va a comenzar a movilizarse, al igual que lo infectados, por lo que quedarnos en medio de la carretera ya no va a ser tan buena opción como lo es ahora— Concluyó viendo como su compañero asentía de acuerdo. Aquello la tranquilizó.

—Y tienes toda la razón— Habló esta vez Gilbert —Pero a los infectados no los está deteniendo nadie, por lo que al paso que van, es probable que ya estén por la gasolinera en unas cinco horas si es que se están movilizando— Comentó

—Y si van en hordas, es aún peor— Añadió el japonés analizando la situación. En efecto, si los infectados pasaban por ahí en la noche, aquello supondría un gran riesgo para los cuatro jóvenes en la tienda.

—No hay problema con eso— Los tranquilizó el italiano —Se supone que hemos apagado el generador de electricidad, por lo que este lugar no debería prender sus luces a la hora que las tiene programadas. A oscuras somos totalmente invisibles desde la carretera. Así que no creo que llamar la atención nos deba preocupar, no en la noche, al menos— Mencionó viendo como el albino y Kiku suspiraban un poco más tranquilos.

— ¿Se supone?— Preguntó la [nacionalidad] cruzándose de brazos, mirando aparentemente ofendida con los ojos entrecerrados al motociclista de la bala.

—Espero que hayas apagado lo que se supone que tenías que apagar— Se defendió levantando las manos inocente el italiano, notando que la molestia de la chica no era más que una broma.

Las horas pasaron entre silencios y conversaciones entre los cuatro jóvenes sentados en el suelo del establecimiento. Pasaron varios vehículos a toda velocidad por la carretera unas cuantas veces, seguramente escapando de las ciudades. Para suerte de los tres muchachos y de la chica, ninguno se detuvo a recargar combustible, y mucho menos a investigar la tienda. Esos sí, las veces que pasaron, todos dentro del lugar se asustaron, manteniéndose inmóviles por el miedo y por precaución.

Infectados - Hetalia x lectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora