Capítulo 6 - Amenazas

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La [nacionalidad] recorrió por las manzanas más cercanas a la casa en donde se habían instalado momentáneamente con el italiano, evitando ir al centro del poblado. Supuso ella que, en los lugares donde hubo lucha, probablemente habrían infectados, y quería evitarlos en la medida de lo posible.

Entre calles y avenidas desoladas se encontró con infectados merodeando solos o máximo en parejas, con quienes le fue fácil acabar. Estaba asustada, pero sabía que tenía que adaptarse a esa nueva forma de sobrevivir, y si eso implicada perder el miedo por unos instantes para rematar a los no-vivos, eso es justamente lo que haría.
No tuvo mayores percances, ya que al ser la azada que llevaba bastante larga, no necesitaba acercarse de más de lo necesario a los infectados que amenazantes comenzaban a caminar hacia ella para atacarla. Además, estos caníbales no parecían ser muy rápidos, pero en efecto, debía evitar a toda costa una horda, pues sabía que se encontraría en completa desventaja si se encontraba a solas luchando contra tantos muertos.

A menos de que la situación lo requiriera, se alejaría de los infectados si los veía agrupados de más de a tres.

Las horas fueron pasando en el pueblo y el ambiente comenzaba a enfriarse poco a poco. No fue hasta que [Nombre] miró el cielo que se percató de lo tarde que era. Las nubes sobre su cabeza comenzaban a teñirse de un naranja rojizo.
La muchacha miró su reloj de muñeca, notando que las manecillas ya marcaban las 6:27pm.

Se reprimió mentalmente el no haber notado el paso del tiempo y se dispuso a regresar a casa junto con el motociclista.
O eso hubiera hecho antes de percatarse qué clase de edificación estuvo a punto de pasar por alto. Una estación de policía.

La joven pensó que Lovino estaría perfectamente sin ella, aún si una horda de infectados llegase a pasar por la casa, el muchacho solo tendría que encerrarse en el lugar y estar atento, pero nada más fuera de eso.
Nerviosa volvió a mirar en dirección a donde estaba su compañero, y nuevamente a la estación de policías. Pensó que una mirada rápida no dañaría a nadie, así que decidió ingresar al local.

Era un desastre. Un completo desastre. Los policías debieron ser los primeros en reaccionar cuando las noticias se dieron, y ellos fueron quienes debieron evacuar a toda la gente del poblado. Las sillas y los escritorios estaban tumbados, con hojas y materiales de oficina regados por el suelo. Había charcos de sangre ocasionales, pero no los suficientes o lo suficientemente grandes como para pensar que alguien había sido infectado o asesinado ahí.

La [nacionalidad] siguió caminando por el lugar en completo silencio, adentrándose tan solo unos metros para cuando pateó algo con su zapatilla. Era un una pistola. La muchacha se agachó y la tomó con una mano, un poco nerviosa. Al lado del arma se podía ver la inscripción, con letras un tanto extrañas, Glock 22.

Suspiró mirando el arma de fuego. No tenía ni la menor idea de cómo usarla, pero podría serle bastante útil en el futuro, ¿verdad? La chica se estresó un poco más al no saber si quiera como sacar el cargador para ver cuantas balas tenía, ni tampoco tener ni idea de si estaba con el seguro puesto o no. Sabía cómo dispararla sí, por obviedades de la vida, pero jamás había agarrado una pistola en la vida real.
Sin embargo, Lovino cargaba siempre un rifle, y parecía saber usarlo. Él le podría enseñar.

Al pensar en eso último, [Nombre] se levantó del suelo y, justo cuando la terminó de acomodar entre su cuerpo y el cinturón de la cangurera –para que el arma se quedase sujeta ahí, pues no entraba dentro de la riñonera al ser esta última bastante pequeña- para llevarla a casa y enseñársela al italiano, escuchó un estruendo. Un estruendo que, a pesar de no estar familiarizada con él, pudo reconocerlo.
Era un disparo.
Pero no el de un rifle, no, no sonaba como suponía la muchacha eso debía sonar. Era un disparo de pistola.
Y no fue solo uno, luego del primero, le siguieron tres más.

Infectados - Hetalia x lectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora