Capítulo 20 - Un incendio y tres personas

730 124 39
                                    

Ambos jóvenes miraron aterrorizados la situación en la que se encontraban. Frente a ellos estaba la motocicleta que en algún momento había sido de Lovino, y no podía estar peor; el fuego la estaba consumiendo poco a poco. Y aquellas mismas llamas comenzaban a arrasar con todo el lugar; los sillones, el escritorio, el suelo, las paredes. Incluso el techo comenzaba a quemarse por las brasas más altas.

Rápidamente el inglés y la [nacionalidad] se agacharon, quedando así acuclillados en una búsqueda desesperada por oxígeno. El rubio cargaba en su espalda la mochila y su fusil; mientras la muchacha se aferraba con fuerza a su azada, teniendo de todas formas su riñonera con armas puesta.

La moto no podría volver a utilizarse, tendrían que despedirse de ella.

Intentaron buscar una salida entre tanto caos, tenían que hallar la manera de salir de ese lugar con vida. Pero aquella misión parecía prácticamente imposible. La puerta de entrada era bloqueada por el fuego que no parecía ir a disiparse pronto, el incendio estaba recién comenzando, y dentro de poco sería capaz de matarlos.

Pensaron en soluciones como pudieron, pero pocas ideas se les vinieron a la mente. Arthur levantó un poco el cuello de su remera para taparse la nariz; y la muchacha tan solo pudo proteger sus vías respiratorias con su brazo, intentando respirar a través de la venda que tenía en uno de ellos protegiendo las costuras que le había realizado Matthew días antes.
No podían simplemente rendirse y dejarse consumir por las llamas, ¿verdad? Tenían que sobrevivir, no podían asfixiarse ahí adentro.
Tenían que encontrar una salida, y pronto.

De improviso, un gran pedazo de techo cayó justo frente a los dos compañeros, poniéndolos más alertas aún. Ante el susto inicial, la jovencita miró a su alrededor desesperada, logrando notar como desde el baño se lograba ver una luz de madrugada.
Sí, eso era. En el baño había una pequeña ventana que daba hacia el exterior.

[Nombre] tomó del brazo al europeo y, aún agachados, lo arrastró con ella. Todo era sumamente confuso, no sabían ni por donde estaban caminando, pero la muchacha solo se dejó guiar por la luz que había visto.

Dentro del baño la situación no era mejor, pero al menos las llamas no habían llegado ahí aún; sin embargo, no podían levantarse por la cantidad de humo que peligrosamente comenzaba a aumentar y a descender. Levantando sus miradas, divisaron su única salida.

La ventana era bastante pequeña, sí, pero ambos compañeros serían capaces de pasar por esta con algo de esfuerzo. Sin embargo, el mayor problema no era exactamente el tamaño de la salida, sino su altura. La ventana se encontraba por encima de la cabeza de Arthur si es que este se paraba; así que sí, estaba bastante alta. Para su suerte, el inodoro estaba justo debajo de esta, por lo que podrían usarlo para impulsarse.

Ante el aire viciado y la destrucción y el caos dentro de la comisaría, la chica tuvo que forzar su garganta para que el rubio a su lado la escuchase sin problemas —Primero tú, y luego me ayudas jalándome desde el otro lado— Mencionó desesperada de la manera más resumida y sencilla que pudo. No podían permitirse perder más tiempo pensando cómo saldrían. Tenían la ventana, ahora solo tenían que atravesarla.

El inglés asintió energéticamente. Parecía ser la única opción.

[Nombre] se levantó con rapidez, balanceando un poco la azada para golpear con todas sus fuerzas el vidrio que los separaba del exterior. Tan rápido como logró romperlo, ella volvió a agacharse mientras tosía a causa del humo.
Arthur solo la miró en silencio admirado, preocupándose una vez ella intentaba recuperar el aire ya en cuclillas nuevamente.

La ventana estaba logrando airear la casa un poco y ventilar el humo, pero el fuego se iba acercando cada vez más al baño, hasta el punto en donde ambos jóvenes quedaron encerrados en aquella habitación por culpa de las llamas.
Estaban sudando, y respirar ante el calor se hacía cada vez más difícil.

Infectados - Hetalia x lectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora