Infectados - Hetalia x lectora

Capítulo 18 - Asesino

Estaban por todos lados, a todo su alrededor; el inglés y la [nacionalidad] eran ahora el centro de atención. En medio de la calle, rodeados de miradas asustadas, escondidas de un peligro mayor que acechaba la ciudad.
La jovencita no dejó de aferrarse al brazo del europeo, temerosa ante tantas personas. Hasta que luego de unos segundos de silencio, ambos compañeros cayeron en cuenta de lo que eso significaba.

Aquellas personas no les harían daño, pero estaban seguros de que habría otras que sí.

De pronto escucharon, muy a la lejanía, un motor. Parecían ser, no una, sino que varias camionetas dirigiéndose hacia donde se encontraban ambos jóvenes en medio de la pista. Y tan rápido como pasó corriendo el ruido, las personas que se asomaban por las ventanas se volvieron a esconder tras las cortinas, no dejando rastro alguno de su presencia.

[Nombre] y Arthur notaron aquello, y no pudieron hacer más que asustarse.

La muchacha soltó finalmente al rubio y señaló a unos metros de ellos como entre dos edificios se escudriñaba un pequeño y oscuro callejón. El inglés llevó la motocicleta hasta ahí, siguiendo de muy cerca a la jovencita que iba con él. Escondieron el vehículo al final de aquel pasadizo sin salida ni iluminación; y a medida que el sonido de los motores se iba a acercando, los dos compañeros desenfundaron sus armas de fuego. Ella la Glock, y él su pistola de 4,5mm, dejando el fusil de asalto en su espalda.

Ambos se apoyaron en una de las paredes del callejón, lo más cerca posible a la salida, dándole la espalda al ruido que cada vez se acercaba más y más. El europeo estaba primero, de rato en rato asomando la cabeza hacia la calle hasta que, en una de esas volvió a esconderse apresuradamente, con el semblante serio en su totalidad, incluso un poco sombrío y hasta aterrador. La [nacionalidad] decidió no preguntar, era evidente, el ruido de los motores casi se escuchaba a sus costados.

Y justo cuando pensaron que verían los autos pasar junto al callejón, se detuvieron. A tan solo unos veinte metros de la posición de ambos compañeros, los motores se detuvieron. Hubo unos pocos segundos de silencio para que se oyeran las puertas de los vehículos abrirse y cerrarse.
Voces de hombres riendo se hicieron presentes en toda la cuadra, y luego, disparos al aire.

— ¡Ya llegamos!— Gritó una voz masculina que resonó en todo el lugar.

Arthur se asomó con cuidado una vez más. Eran tres camionetas, y trece hombres, todos armados. Tendrían que esperar en silencio a que se marcharan, una pelea contra ellos no era opción, estaban en completa desventaja. Además de que los asuntos que trataran en esa ciudad no incumbían ni a al inglés ni a su compañera.

Pero segundos después de que le hombre anunciara la llegada de él y del resto de su gente, todas las personas que habían observado asustadas a los jóvenes minutos antes comenzaron a bajar de los edificios.

Era gente que, a simple vista, se veía vulnerable, sin capacidades de defenderse. Adultos mayores y niños pequeños. Todos comenzaron a acercarse a los hombres, entregándoles comida y provisiones en cantidades moderadas. ¿Qué demonios era eso? ¿Un tributo?

Un señora bastante mayor se acercó a uno de los hombres armado y tan solo pudo entregarle un manzana, y el europeo y la [nacionalidad] –quien también se había asomado a ver qué ocurría- notaron como este pareció fastidiarse de sobremanera.

— ¡Nosotros limpiamos todos los días esta ciudad por ti, vieja! ¡¿Y tú me das una manzana?!— Se quejó atrayendo la atención de todos sus demás compañeros. Los hombres parecieron enojarse por la mujer. Los demás ciudadanos se alejaron de la escena, y aquel sujeto que había gritado, rápidamente pateó enfurecido a la mujer, haciéndola caer de espaldas al suelo. —Dame algo más, o vas a terminar como los otros que no quisieron colaborar— Amenazó cargando su pistola y apoyándola en la sien de la señora.