Infectados - Hetalia x lectora

Sidestory I - Lovino Vargas

Si leyeron Supervivientes de NekoJian (la esperanza es lo último que se pierde) saben de qué se trata este capítulo, pero si no, igual les explico ;)
Los Sidestories van a ser lo que vivieron los personajes antes de conocer a la protagonista. Eso quiere decir que se narra en ellos el cómo vivieron el inicio del apocalipsis los distintos personajes, todo lo que les ocurrió hasta su primer contacto con la rayis.

Quiero hacerlos en orden, así que comenzaré con Lovino. Y he decidido colocarlo recién a estas alturas porque fue recién en el capítulo anterior donde se nos confirma que Antonio era el amigo de Lovino, por lo que sabiendo esto, tiene más sentido colocar el Sidetory ahora.

En fin, espero que les guste mucho. Y lo digo porque personalmente me aburren este tipo de cosas, ya que no siguen la trama principal de la historia (o sea desde el punto de vista de la porta), pero igual me parece que son capítulos importantes para no perder el protagonismo de los demás personajes y saber cómo fue que ellos vivieron el inicio del desastre (así como la rayis en el capítulo de La Fiesta).

Nos vemos en la próxima actualización. Y ahora sí las dejo leer tranquilas causitas <3 

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El italiano bostezó con sueño mientras caminaba hacia la cocina. Con sus manos intentaba, inútilmente, peinar su cabello mojado. Torso desnudo y un simple pantalón negro, probablemente el más cómodo que encontró para pasar la noche.

Llegó frente a las repisas de la habitación y, tomando en sus manos las cosas necesarias, volteó a la cafetera. Necesitaba cafeína, y urgente.

Mientras su bebida se preparaba miró el reloj de la cocina, marcando este las 2:10 am. Suspiró dejando caer su cabeza hacia atrás, y con un nuevo bostezo cerró los ojos. Esperó unos minutos y, una vez el café estuvo listo, en silencio lo sirvió en una taza. Intentó hacer el menor ruido posible incluso en sus pasos, sabía que el amigo con el que compartía la casa debía estar descansando.

Así, lentamente y con la taza en la mano, se dirigió de regreso a su habitación una vez apagó la cálida luz en la cocina. Entró en su pieza y volvió a sentarse en el pequeño escritorio que tenía ahí, prendiendo a su vez la lámpara que alumbraba todos aquellos apuntes sin sentido dispersos en la mesa. Cuentas, deudas, boletas. Lovino volvió a bostezar antes de darle un sorbo a su bebida. Leyó lo que tenía escrito, verificó unos cuantos números, y tomó un lapicero.

Sus cejas se juntaban cada vez que las cuentas no cuadraban, ¿por qué demonios era él quien hacía ese tedioso trabajo y no Antonio? Resopló molesto al pensar lo último. Miró a la pared que tenía enfrente, oscura e interminable. Perdió sus pensamientos en ella y apoyó un codo sobre el escritorio, dejando descansar su cabeza en su mano. Cerró los ojos, necesitaba descanso solo un segundo.

O quizá más café.

Los minutos fueron pasando, y esta vez, en el pueblo, todos durmieron. La madrugada fue pasando lentamente, pues el italiano no había dormido demasiado para cuando, entre las calles del poblado, comenzaron a caminar cuerpos pálidos, torpes y sin vida. La gente descansaba y nadie se percató de ellos. Ni ellos de la gente que aún descansaba.

No fue hasta casi las tres de la mañana que todo continuó en silencio. La habitación de Lovino, la suave reparación de Antonio, y los tranquilos gruñidos de los cadáveres, quienes no parecían emocionarse con nada alrededor. Las mascotas se encontraban dentro de las casas también. Pero de pronto, nueve camionetas del ejército llegaron al pueblo. Y si el ruido de su motor despertó a los de sueño más ligero, los disparos alteraron a todos los demás.