Capítulo 4

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Gaia regresó a su habitación con el enojo a flor de piel, pero intentaba serenarse, por su propio bien. Ella sabía que nada bueno podía pasar si se ponía contra los amigos de Thor, pero tampoco permitiría que hablaran así de ella. Demasiadas cosas estaban pasando en muy poco tiempo, y le estaba causando dolor de cabeza. Llevaba prácticamente un día entero buscando una manera de salir del castillo, pero temía que al escapar le pudieran hacer daño a Steve. Las puertas de su habitación se abrieron en par, dejando entrar a su amigo, quien se notaba molesto.

-Yo no fui la que empezó- espetó la ojiazul.

-Tranquila, no pienso reprenderte por esto- respondió el rubio.

-Quiero irme, Thor. Es lo único que deseo- se sinceró- pero Steve y Jane podrían pagar las consecuencias- Gaia sintió cómo su garganta se cerraba al pensar en lo que Odín era capaz de hacerles.

-He buscado la forma para que huyas, pero incluso Heimdall está de su parte- murmuró el dios- seguiré intentando sacarte de aquí-

-Yo siempre te dije que nadie daba algo sin esperar otra cosa a cambio- murmuró la pelinegra- y creo que algo dentro de mí sabía que esto podía pasar-

-¿A qué te refieres?-Gaia volteó a verlo, y lo encontró sentado en su cama, junto a su martillo. Caminó tranquilamente hacia él, y sin que Thor lo previera tomó el martillo, y lo alzó.

El asgardiano la miró estupefacto, no podía creer lo que estaba presenciando. La joven, por su parte, miraba el arma en su mano, había pasado demasiado tiempo desde que había sentido el tacto del martillo, pero se sentía igual de ligero que aquella vez.

-¿Desde cuándo... ¿Cómo...-

-El día que apareció Ultron, cuando todos intentaron levantarlo- explicó la ojiazul- pude sentir la energía que desprende... y lo sentí demasiado ligero-

-Entonces, ¿sabías que eras digna?-

-Sí, pero no quería serlo- murmuró Gaia- solo quería seguir siendo yo, y estar tranquilamente junto a Steve-

La joven dejó el martillo en una de las pequeñas mesas de la habitación, para después sentarse al lado del rubio. Ambos se sumieron en un silencio incomodo, pensando en todo lo que se les vendría encima. El rubio se sentía realmente culpable de lo que sucedía; se decía a sí mismo que de haber puesto más atención a la historia sobre el origen de la ojiazul, tal vez hubiera podido evitar todo lo que pasaba.

~*~

El ambiente del palacio de Asgard hacía demasiado contraste con el humor de los antes vengadores. Los preparativos para la boda ya habían comenzado a fraguarse, pero eso solo provocaba que ambos se sintieran más devastados.

Gaia se encontraba en su habitación siendo rodeada de varias mujeres, las cuales se encargarían de su vestir en la inminente boda. El poco abultado vientre de la joven pasaba desapercibido ante las capas de ropa que portaba, lo cual a veces le resultaba incómodo. Las puertas de la habitación se abrieron, dejando entrar a Odín, quien sonreía complacido ante la vestimenta de la joven.

-Realmente te sienta bien las vestiduras asgardianas- mencionó.

-No es para nada mi estilo- espetó la joven, enojada por verlo ahí.

-Te acostumbrarás-

-¿Ni siquiera en mi propia boda puedo elegir qué vestir?- preguntó con sarcasmo. El Padre de Todo hizo una señal para que las mujeres salieran de la habitación- ¿Qué quiere?-

-Sin duda los modales no son lo tuyo- el tono de desagrado la hizo sonreír.

-No pienso ser gentil con quien amenaza con herir a los que quiero- espetó la ojiazul- el respeto se gana, no se obliga- el padre de Thor sonrió con burla.

Mystic: The life changeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora