Capítulo 40

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Sin duda, nadie podía manejar sus propios sentimientos a voluntad, por más que se intentara. El corazón y la mente trabajaban juntos para hacer caer a la persona enamorada, o que se rehusaba a estarlo. Gaia había pasado varios días prácticamente recluida en su habitación, con la excusa de necesitar un tiempo a solas para intentar crear un plan para detener a los gigantes de Muspelheim.

En esos días, Loki había intentado ir a verla, pero sus guardias siempre le impedían el paso, pues por órdenes de la reina nadie podía entrar, salvo sus damas y Lady Sif de ser necesario. La ojiazul se dedicaba día y noche a preguntarse qué era lo que haría a partir de ese momento, pues sabía que no podía vivir eternamente encerrada en su recamara.

El solo pensar en salir por esas puertas le erizaba la piel, además de que sabía muy bien que no podría ver a los ojos a Thor; le daba demasiada pena el mirarlo, pues a pesar de no sentir nada por él como esposo, se estaba sintiendo atraída por alguien más, y el que fuera Loki empeoraba las cosas.

Gaia había terminado aceptando internamente que Loki realmente lograba remover algo dentro suyo, pero no sabia el qué. No lo amaba, y de eso estaba segura, pues solo había un hombre al que amaba con verdadera locura, y no se encontraba en Asgard; mas no podía negar que algo nuevo había dentro suyo.

Ella estaba casi segura de que esos sentimientos no eran mas que el resultado del tiempo juntos, pues Loki había sido su única compañía fija durante su embarazo, y después de él; el gigante de hielo había estado ahí para ella. Repasaba mentalmente todos los momentos que había compartido con él y no encontraba nada que pudiera despertar un verdadero amor hacia él, entonces comenzó a pensar que lo más probable era que se tratara de su propia soledad intentando aferrarse a algo, algo que pudiera llegar a amar algún día.

Si Gaia pusiera una balanza entre lo que sentía por Steve y lo que estaba experimentado por Loki, la balanza estaría a favor del capitán, pues había aun más cosas que realmente pesaban y le daban muchísima ventaja. A pesar de que se escuchara feo, el dios del engaño solo era el intento de su subconsciente para sentirse amada, eso era todo, o por lo menos eso era lo que ella pensaba. Pero aquellos sueños no ayudaban a que las cosas quedaran tan claras. La imagen de ella compartiendo cama con el gigante de hielo le erizaba la piel, y llegaba a imaginarse si aquello pudiera pasar de verdad.

Imaginar a Loki besarla con tanta devoción, recorrerla de pies a cabeza con sus labios solo causaba que una llama invisible ardiera dentro suyo y en su piel. Recordaba perfectamente la imagen de los ojos de Loki al sentirla estremecerse por las sensaciones que experimentaba, y no podía eliminar esa imagen.

Desde que estaba en su encierro, intentaba a toda costa eliminar ese recuerdo de su mente, incluso había pensado pedirle al Padre de Todo que lo hiciera por ella, pero no creía que a ese hombre le gustaría ver lo que su nuera soñaba con su hijo adoptivo.

-Estar tanto tiempo pensando la dejará mal-mencionó Helga, quien se encontraba en la habitación de la reina mientras recogía algunas cosas.

-Lo siento-murmuró la ojiazul- es solo... no sé cómo sentirme-

-Se trata del príncipe Loki, ¿verdad?-preguntó la mujer. Gaia la miró por unos segundos, pero la pena que sintió la hizo apartar la vista- eso pensé-

-No sé qué me sucede- la ojiazul sabía que podía ser sincera con ella, y esperaba que le ayudara con ello.

-Ha pasado demasiado tiempo con él y ha comenzado a sentir algo más que solo cariño por el príncipe- comentó Helga, sentándose en la orilla de la cama.

-Sé que no es amor lo que siento por él... pero tampoco sé como clasificarlo- Gaia escondió su rostro entre sus manos.

-Majestad, sé que usted no siente nada por el rey, pero sabe que él es su verdadero esposo- el tono de regaño no pasó desapercibido.

Mystic: The life changeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora