Capítulo 11

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La soledad del lugar le abrumaba demasiado. Los pasillos de aquel sitio se sentían vacíos desde hacía bastante tiempo, y se repetía que eso era lo que quería evitar. El sonido de los arreglos a sus trajes era lo único que llenaba la habitación, y era su única compañía en ese momento.

Había pasado medio año desde todo el desastre que había ocasionado los acuerdos de Sokovia, y el precio que tuvieron que pagar era demasiado alto. Todos los días su mente se encargaba de recordarle aquellos ojos llenos de rabia y desprecio que lo habían visto fijamente mientras intentaba matarlo por lo que había hecho; pero aun así la buscaba por todo el mundo. Él quería ayudarla a sobrellevar su embarazo, aun cuando lo odiara.

Estaba ensimismado en todos los pensamientos que llenaban su mente, cuando un sonido intermitente llegó a sus oídos. Al acercarse a la mesa donde Friday mantenía un mapa, notó un punto rojo.

-Coincidencia detectada-informó Friday.

-¿Dónde?-preguntó el ingeniero.

-El café Bullet en Brooklyn-

-Te tengo-murmuró con una sonrisa- prepara uno de los autos-

~*~

Los días para Gaia habían pasado sin contratiempos. Para su fortuna, sus poderes no habían aparecido nuevamente de improvisto, por lo que se sentía más tranquila al estar con sus padres.

La noche del día que llegó, el último en saber que la pelinegra se encontraba ahí fue Greg, quien al verla la abrazó con tanta fuerza que la joven pensó que la dejaría sin aire. Aquella muestra de cariño la había hecho sentir demasiado culpable, pues los había preocupado a tal punto que habían creído que sus dos hijas ya no estaban a su lado.

Era el tercer día de Gaia en la tierra, y se encontraba con su madre en un café en Brooklyn, café que le traía muy buenos recuerdos, pues era el lugar donde Steve la había llevado hacía años. La ojiazul le había pedido a su madre ir a ese café a desayunar, y Cecilia no tuvo corazón para negarse.

-Llevas casi diez minutos suspirando- comentó la mujer con una sonrisa triste

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-Llevas casi diez minutos suspirando- comentó la mujer con una sonrisa triste.

-La primera vez que vine a este café fue con Steve- respondió la joven. En su mirada se podía notar la nostalgia de aquel recuerdo.

-¿Crees que haya probabilidad de que se aparezca por aquí?-

-Si aparece, tendré que huir- mencionó la pelinegra con una mueca- no puede verme así-

Tras decir aquello, Cecilia le hizo una señal de que ya iban a entregarle sus desayunos, por lo que no dijeron otra cosa sobre ese tema. El ambiente del establecimiento era muy acogedor, y le agradaba, pues era como estar cerca de alguien a quien quieres. Gaia estaba por terminar su delicioso desayuno cuando una voz se hizo presente en su mente.

-Tus ojos-murmuró Cecilia al ver cómo se tornaban dorados los ojos de su hija.

Gaia tuvo que cerrarlos para que nadie notara el cambio, pero la voz de aquel que la vigilaba sonó dentro de su cabeza.

Mystic: The life changeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora