Capítulo 22

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Las cosas parecían ir más tranquilas en Asgard. Tras la pelea contra los jotun, diversos mundos comenzaron a saber que los nuevos reyes no eran para nada débiles, lo que despertaba las ganas de retarlos, mas ellos estaban dispuestos a todo con tal de defender a su pueblo.

Gaia se encontraba en su recamara, acompañada por sus damas, quienes jugaban con sus bebés mientras ella se dedicaba a leer sobre la magia en Asgard. Según el hijo de Laufey, su control de la magia iba mejorando, pero aún necesitaba bastante trabajo para lograr dominarlos. Así mismo, la joven seguía en la búsqueda de información sobre sus poderes, pero parecía que el Padre de Todo realmente se había deshecho de la evidencia.

Los libros que tenía consigo de vez en cuando brillaban en un dorado y azul, señal de su propio poder. Ailina y Helga la miraban por momentos con curiosidad, pues Gaia no despegaba los ojos de lo que leía.

-Parpadear no la hará perder palabras, majestad-mencionó la mujer pelirroja con una sonrisa, haciendo reír a sus compañeras.

-Necesito entender algunas cosas-respondió mientras escribía lo que había entendido de aquellas páginas.

-¿Qué es tan urgente como para no poder parpadear?-preguntó Ailina.

-Mantener al pueblo seguro- respondió la ojiazul, sin siquiera voltearla a ver.

Las mujeres se miraron entre sí, un poco alertadas. Ellas sabían que los problemas con el resto de los mundos no cesaban, y que tarde o temprano algo pasaría, pero el ver a su reina tan angustiada por lo que pudiera pasar en el futuro las tomó por sorpresa. Un bufido salió de la pelinegra, pues su mente daba demasiadas vueltas sobre la información que había encontrado, pero también por las preguntas que seguían sin respuesta.

En un intento por poner en orden todos sus pensamientos, se levantó de su escritorio y caminó hacia la cama, donde se encontraban sus hijos. Gaia no podía evitar sonreír al ver a sus pequeños tan felices y tranquilos. Eran esos momentos donde se decía a sí misma que daría hasta su propia vida para mantenerlos a salvo, y no dudaría en hacerlo.

El sonido de algunas cosas caerse inundó la recamara, tomando por sorpresa a las mujeres. Gaia se levantó de inmediato y dejó que su energía cubriera todo el lugar, lista para defender a sus hijos, pero no había nada en ese lugar, ni siquiera fuera. Un poco confundida, comenzó a repasar el lugar, buscando algo sospechoso, pero todo se encontraba en orden, por lo que se lo atribuyó a que había sido el viento, mas antes de deshacerse de su energía, volvió a pasar y esa vez pudo saber qué era... o quien.

Gaia caminó de regreso hasta la cama y miró a sus hijos, los cuales solo jugaban con los peluches que tenían consigo, pero entonces notó un pequeño destello en los ojos de Einar. Los ojos azules de su hijo se encontraban teñidos con diminutas líneas doradas, dando a conocer su verdadera naturaleza.

-Ha empezado- murmuró la joven, deshaciendo el campo que había creado.

-¿De qué habla, alteza?- preguntó Liv- ¿qué ha sido eso?-

-Einar- respondió la pelinegra, tomando a su hijo en brazos.

-Es apenas un bebé- mencionó Ailina.

-Pero tendrán poderes, eventualmente- murmuró Helga- ¿cree que comenzará a desarrollarlos?-

-Puede ser... pero esperaba que sucediera hasta los cuatro años- Gaia se sentía confundida por aquel suceso.

-Tal vez solo sea su poder comenzando a adaptarse a un cuerpo tan pequeño- intentó tranquilizarla su dama.

-Iré con las sanadoras... cuiden a Lynette- y tras aquellas palabras, salió de la habitación a paso rápido.

Mystic: The life changeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora