60.

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Asuntos familiares.

—¿Estás seguro que cargaste todo? —pregunta por milésima vez.

Ignoro a Jason pasando de él y subo al auto disfrutando el ritmo de la canción de rock viejo que hay en la radio.

Hoy es un día maravilloso.

—¿Cuál es la razón de tu alegría hoy, chispitas?

—Solo tuve una buena mañana.

Si que es verdad.

—No te he visto sonreír en... creo que nunca te he visto sonreír. Ya dime... ¿Cuál es el motivo?

—Nada en especial —miento. Jason ríe sin convencerse y le sube a la canción.

Miro hacia la ventana. Hace una tarde fatal pero en estos momentos el cielo oscuro me parece precioso.

No puedo estar de mejor humor.

¿Jade estará igual que yo? ¿Qué podría estar cruzando por su cabeza en este momento?

Ya no puedo esperar por volver a verla.

—Pásame el encendedor de que está en la guantera —indica Jason sacando un cigarrillo.

Saco un cajita dorada y la observo detallando las iniciales en ella. Jason le dedica una mirada antes de volver la vista a la carretera.

—Oro puro —me cuenta—. Era de nuestro padre.

—Si que tenía una manía por grabar sus iniciales en todas partes, maldito narcisista —le paso el encendedor riendo.

—No son sus iniciales. Son las de sus hijos las que grababa.

—¿Eso crees tú?—ironice.

Jason ladea la cabeza y prende un cigarrillo antes de volver a pasarme el encendedor.

—Ábrelo —indica. Al hacerlo en el interior de la tapa está grabado el nombre de Jason.

—¿Te lo obsequió?

Niega.

—Lo encontré.

Guardo el encendedor confundido. Ni siquiera recuerdo que Julián me haya dado algo. Esto se siente tan raro...

—Es un día de viaje, cuando lleguemos ahí pararemos en un motel, no sabemos cuánto nos costará encontrar al bastardito.

Asiento y volteo nuevamente hacia la ventana. Es algo temprano y la llovizna está dándome sueño.

Para cuándo vuelvo a abrir mis ojos estoy frente a un lugar de comida rápida. Me estiro en mi asiento dándome cuenta que Jason no está aquí conmigo.

Bajo del auto para estirar mis piernas y respirar aire fresco. No sé en dónde mierda estamos pero se ve bonita esta calle. Las luces resaltan en la oscura noche sin embargo hay bastantes personas alrededor nuestro. Mirando vidrieras, cenando, tomando cerveza. Parece ser un centro.

—Aquí tienes —Jason aparece a mi lado con una caja de pizza—, es la hora de la cena.

—¿Cuánto dormí?

Froto mis ojos con mis manos.

Hemos salido de mi departamente a las cinco y media y de pronto ¿es tan tarde?

—Mucho bella durmiente, mucho.

Abre la caja de la pizza aún en mis manos y saca un pedazo.

—¿Comerás parado? —alzo las cejas al ver cómo mastica como un cerdo, recargado sobre el auto.

El color de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora