11.

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No quiero detenerme.

Pestañe varias veces para aclarar mi vista, mis párpados pesaban y mi espalda dolía.

Mi trasero estaba sobre el duro piso de madera y mi mejilla se encontraba estampada al colchón vacío de la cama, exactamente en la posición en la que estaba la noche anterior.

Llevé mi mano a la cabeza lamentando la noche anterior. James se había despertado antes que yo y me había visto sentada a su lado.

Mi rostro ardió. Que vergüenza. El no tendría que haberme visto aquí, ¡yo ni siquiera tendría que haber dormido en su habitación!
¡Si seré tonta!

Me puse de pie a cuestas quejándome por el dolor que sentía mi cuerpo maltratado y tenso. Observé mi alrededor y me sorprendí al ver lo perfectamente ordenada que estaba la habitación, James se había tomado el tiempo de ordenar el desastre que hizo en su cuarto pero jamás se dignó a despertarme.

¡El me dejo dormir en el incómodo piso después de que lo cuide toda la noche!

De más estaba decir que me sentía una tonta.

Vagas imágenes aparecieron en mi mente de anoche, ¿James se acordará que quité su ropa y que me dijo lo que me dijo?

Sacudí mi cabeza tratando de espantar lo caliente de mis mejillas. Espero que no recuerde nada...

No pensaré en eso.

Fijé mi vista en el pequeño reloj de la habitación, este marcaba las nueve y treinta y siete de la mañana. Según me ha dicho Elizabeth su turno hoy comienza diez y cuarenta y cinco, tendria la noche libre por lo que su guardia seria en la mañana hasta la tarde así que seguramente ella ya se encontraría en la cocina.

Suspire cansada y salí de la habitación de James sigilosamente sin que nadie me viera y entré en la mía.
Luego de tomar de mi armario mi ropa interior, unos jeans negros, una playera blanca y unas zapatillas del mismo color, me dirigí a tomar una ducha. A la media hora ya estaba lista y en la parte baja de las escaleras.
Tomé aire al llegar a la puerta de la cocina y me debati a mi misma si entrar o no, no sabría como lidiar con la mirada de James.

Pase el umbral de la puerta encontrandome con Eli y su hijo. Elizabeth observaba a James con la mirada algo triste, mientras él sostenía su café negro en sus manos, con la vista pegada al mármol de la mesada.

—Buenos días, Jade —saludo Eli notando mi presencia.

Su voz hizo que James alzará la mirada para examinarme con cara de pocos amigos, sin embargo en cuestión de segundos desvió su mirada nuevamente.

¿Y ahora qué le pasa?

—Buenos días —dije en general, ignorando la actitud de James. Que el sea un grosero no significa que yo también.

Le dediqué una sonrisa a Elizabeth y me senté a su lado en uno de los banquillos de la mesada. James siguió en silencio ignorando las miradas con reproche de su madre.

—¿Qué quieres tomar? —me preguntó Elizabeth.

—Un té verde está más que bien.

En cuestión de segundos la señora Smith dejo una taza delante mío junto con un plato de galletas con chispitas de chocolate y al lado de estas el azúcar. Miré el plato deseosa pero rápidamente espante esas ideas de mi mente, mi madre sería capaz de echarme de mi casa si ingiero eso.

El desayuno siguió en silencio. No pude evitar chocar mi mirada con James unas cuántas veces para comprobar si el me estaría observando pero era inútil, el seguía con su mirada perdida en algún lugar pensando no sé que cosa.

El color de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora