32.

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Celos.

Voltee con el corazón amenazando con salir de mi pecho y me atreví a levantar mi cabeza y mirarlo. Sus ojos celestes se clavaron en mi fríos, su mandíbula se marcaba por lo fuerte que apretaba sus dientes. Cuando intente ilar una palabra su mirada siguió de largo.

—¿Qué hace aquí? —preguntó frío a Evan.

El rubio me tomó de los hombros y me guió hacia fuera del pasillo.

—Ve con mi madre —me pidió amable, ignorando la mirada asesina de su amigo.

Hice caso sintiéndome aliviada de salir de ahí. La tensión entre esos dos podría cortarse con un cuchillo. Me dirigí casi corriendo a la cocina encontrando a la madre de Evan y a su hermana poniendo la mesa.

Ámbar me invitó a sentarme en una de las seis sillas que se encontraban ahí y así hice.

—Ese es mi lugar —me dijo su hija casi en un gruñido.

—Oh, lo siento —me corrí rápidamente. Pude observar como Ámbar la fulminaba con la mirada.

—No seas grosera, Ashley —llegué a oír que decía bajito.

Así que así se llamaba...

En cuestión de minutos James y Evan entraron por la puerta y se sentaron en silencio. Evan a mi lado y James al lado de Ashley, dejando en una esquina a Ámbar.

Observé a James quién cargaba una cara de espanto. Ignoraba mi presencia y la de Evan, hablando sólo con Ashley y su madre. Ámbar preguntó algo a James y éste le contestó, podría haber escuchado que decía si tan sólo no estuviera muy ocupada viendo como la rubia lo
observa.

Sentí un malestar horrible en el estómago cuando Ashley acercó su delicada mano con las uñas largas y pintadas de un rosa pastel, a la cara de James y limpió un resto de comida de la comisura de sus labios. James abrió la boca y mordió suave dedo de ella haciendo que se sonroje.

Yo sola parecía notar la escena de aquellos dos. Aparte mi mirada intentando ignorar el enojo que me causaba verlos. Observé mis manos, no las tenía como Ashley, mis uñas estaban cortas y sin color, no llamaban la atención. Clave mis ojos en su cabello largo y rubio, ni una onda se hacía en el, era perfecto. No se comparaba con mi melena de león recién despierto, nada de mi se comparaba con ella. Tenía los ojos azules intensos, grandes y bonitos, la nariz pequeña y los labios de un color rosado natural, su piel no tenía ni una sola imperfección. Esa chica no tenía nada malo en ella y eso me hacía rabiar. Era insignificante a su lado. Soy.
Es más alta, más delgada, no tiene las curvas exageradas que tengo yo, más bonita y sobre todo tiene la confianza con James que yo no.

Hablaban muy animadamente cuando pedí disculpas y me dirigí al baño después de preguntar dónde estaba.

Entré una puerta al final del pasillo y me senté en el piso del baño sintiéndome una estúpida.
Recargue mi cara entre mis manos.
Jamás me había comparado con otra niña, jamás me había sentido de esa forma. No me gusta, lo odio. Odio ese enojo que siento sin sentido y ese malestar en el pecho y el estómago que me genera pensar en que a James le agrada esa chica.

                                      ●

—Permiso —dijo con la voz un poco entrecortada—, ¿Podría pasar al baño?

—Claro. Está al final del pasillo.

Indicó Evan mirando a la niña confundido. Él también notaba que le pasaba algo.

Hacia unos minutos que estaba mirando con intensidad a Ashley, de a ratos fruncia el ceño y le temblaba la barbilla. Ashley no pareció notar su mirada porque estaba demasiado ocupada con su vista y sus manos clavadas en mi.

El color de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora