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Al llegar a la puerta del instituto, mi padre preguntó por milésima vez si me encontraba en condiciones de asistir hoy. Por milésima vez también, le respondí que si, rechazando la propuesta de justificar mis faltas por una semana si así lo necesitaba.

Edward me saludo rindiendose, recordándome que hoy terminaríamos la plática que no terminamos ayer.

La verdad es que, después de la noche que había pasado mi padre, no había pegado el ojo ni un segundo. Tuve que acompañarlo hasta su habitación y asegurarle que no escaparía otra vez y que ya no estaba enojada con el. Luego de eso espere que se durmiera tomando su mano, cuando lo logro no despertó por unas largas horas.
Y en el momento que por fin lo hizo, Elizabeth llegó a la casa con la intención de hablar conmigo y de traernos una deliciosa tarta y además la cena.

Ella se quedó hasta muy tarde haciéndonos compañía y aunque con mi padre necesitábamos aclarar muchas cosas, estar con ella nos había sentado realmente bien. Por lo menos por un momento olvidamos todos los problemas que nos rodean.

Además de que también necesitaba hablar con Elizabeth y disculparme con ella, no merecía nada de lo que había echo estos últimos días.
Ella entendió pero aún así eso no quita que me sienta terriblemente mal.

Quiero muchísimo a Elizabeth, algún día me gustaría devolverle todo lo que hace por nosotros.

También en el transcurso de la noche pregunté por James. Eli me dedico una mirada algo rara en ella, no entendí muy bien cuál fue el motivo y decidí no darle mucha importancia. Luego ella terminó diciéndome que tuvo que volver a su departamento.

Espere un mensaje de su parte toda la noche pero al final no recibí nada. Me fui a dormir con una sensación algo vacía dentro.

De todas maneras supongo que está bien, no puedo esperar otra cosa. El fue muy claro cuando dijo que no iba a portarse como mi novio. El no es así y no lo será por mi.

Tendré que acostumbrarme e ignorar el tironcito que siento en el pecho. Yo decidí hacerlo de esta manera.

—¿Te sientes bien?

Alzó la vista para encontrarme con el rostro familiar de Aidan. No sé que cara traigo pero debe ser realmente mala si el chico me mira así de preocupado.

—Estoy muy bien —esbozo una sonrisa.

El me mira no muy convencido, con la intención de hablar nuevamente pero mi cabeza dejo de prestarle atención cuando detrás de él paso la melena rubia que tanto conocía.

—Lo siento Aidan, debo irme —llego a decir antes de correr hacia Peyton. Ni siquiera le doy tiempo de abrir la boca.

Al alcanzar a Pey tocó su brazo provocando que se sobresalte. Ella quita sus auriculares, los cuales recién noto y me mira con cara de pocos amigos.

—Hola... —fue lo único que se me ocurrió decir.

—Hola.

—¿Podemos hablar?

—Supongo... —se encoge de hombros.

Cuando estoy a punto de soltar mis disculpas suena el molesto y ruidoso timbre que indica que hay que abandonar el pasillo para entrar en las aulas.

—Quizás después de clases —murmura con desgano.

—Esperaré por ti en los vestidores, antes de entrar a educación física.

Peyton asiente y sin decirme mucho más desaparece de mi vista. Me quedo mirando por dónde se fue, Pey nunca tiene esa actitud, parece tener el ánimo por el suelo.

El color de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora