23.

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Conviviendo.

Día dos en la casa de la playa.

La mesa estaba repleta de cosas deliciosas para desayunar. Eli y yo eramos las primeras en despertar.

—¿Por qué no te agarras algo niña? —desvié mí mirada de unas masitas de chocolate y la clave en el piso—. Solía pensar que no te gustaban las cosas dulces pero a juzgar por tu cara ahora, te mueres por probar algo de eso.

Me encogí de hombros.
—Mí madre no me deja comer ese tipo de cosas.

Elizabeth frunció el ceño y antes de poder decir algo las gruesas voces de Colton y mí padre llamaron nuestra atención. De las escaleras bajaron mis padres y los de Ethan.

—Buenos días —saludo Colton con una sonrisa de oreja a oreja.

Miré hacia las escaleras esperando que Ethan apareciera pero no fue así. Sus padres no parecían notar que el no estaba ahí, ninguno siquiera intentó llamarlo.

El desayuno continuó normal, como si nada, ni siquiera lo nombraron.

—Lidia —llamé a la cocinera en un susurro.

Había aprovechado el echo de que Cara distrajo a mis padres con unos álbumes de fotos para escabullirme a la cocina.

Lidia alzó su vista hacia mi y me sonrió con dulzura.

—¿Que la trae por aquí señorita Vega?

—Necesito pedirte un pequeño favor ¿Podría?

—Claro qué si. ¿Qué desea señorita?

—Quiero que me prepares una bandeja con el desayuno.

Lidia entrecerró sus ojos pícara.

—Es para el señor Ethan ¿Verdad?

Mis cachetes ardieron y ella río.

—Prepararé un desayuno con lo que a él le gusta —me guiñó un ojo.

Voltee para volver a mí lugar antes de que mí madre notara que no estoy y comenzará con el sermón.

En cuestión de minutos Lidia se hizo notar en el marco de la puerta de la cocina haciéndome unas señas con las manos.

Mí madre estaba absorta en el álbum que Cara le mostraba, al parecer eran fotos de ella cuando era joven.
Cara era modelo y su fotógrafo no era nada más y nada menos que Colton, su marido.

Mí padre por otro lago estaba comentando con Colton y Elizabeth, una pintura sobre la pared.

Me apresuré a la cocina y tomé la bandeja entre mis manos.

—Es un gesto muy lindo que hagas esto por Ethan, no suelen prestarle mucha atención aquí.

Lidia me miró emocionada.
Le dedique una sonrisa un poco desanimada y subí las escaleras sin que nadie más me notara.
Cuando llegue al cuarto de Ethan golpee unas cuantas veces pero no recibí respuesta alguna.
Luego de un rato decidí entrar.

Ethan estaba desparramado en su cama boca abajo solo con unos pantalones largos de dormir.
La noche al lado de la playa no era para nada caliente pero al salir el sol era bastante insoportable.

Él estaba sin remera y a juzgar por sus cabellos pegados a su frente, tenía calor. Me acerqué a su mesita y coloqué el desayuno ahí.

—Ethan —moví su hombro, el se removió quejoso y dio vuelta en  su lugar, aún dormido—, despierta.

El color de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora