Pídeme lo que quieras.
—Espérame aquí, cuando vuelva te llevaré.
Arqueé una ceja al ver a Evan depositar un beso en la frente de la pequeña para luego desaparecer por el pasillo de su casa. Jade giró su vista hacia mi y con las mejillas encendidas hizo una mueca con los labios.
¿Desde cuándo el gilipollas es tan cariñoso?
Me reacomode en el marco de la cocina y seguí observándola.
La pequeña estaba parada al lado de la puerta principal, con sus cosas en la mano, lista para irse. Ella ya se había despedido de Ámbar y de Ashley o por lo menos intentó hacerlo con la segunda puesto que corrió su cara enfadada y se sentó en el sofá a ver una película en la televisión.Por otro lado, de mi, la niña no se había despedido y no entendía aquello, esta vez no había echo nada malo, no me he portado como un patán con ella, no la he tratado mal, ¡Ni siquiera me he puesto ebrio esta vez! ¿Y que gano? ¡Que me tenga como un imbécil preguntándome, que he echo mal!
Suspire frustrado llamando la atención de la niña, me senté del lado de Ashley en el sofá, ignorandola.
La rubia me miró de reojo y se apartó de mi tirándose hacia el otro lado.
Negué con mi cabeza y reí. Supongo que ella seguía enfadada por lo de la mañana, me ha estado clavando dagas con los ojos desde entonces. Me tenía sin cuidado, no era la primera vez que ella estaba celosa por otra chica y sabía perfectamente que se le pasaría.Intenté prestar atención a lo que miraba Ashley en el televisor pero cuando la rubia me observó mirar, cambio de canal.
Bufé, quizás si me estaba molestando su actitud.
Me paré de golpe llamando la atención de las dos chicas en la habitación y fui directo hacia Jade.
—Te llevaré.
Jade abrió sus ojos como platos y sonrió emocionada. Su reacción hizo que sintiera un sensación cálida en el pecho.
Miré hacia otro lado ignorando aquello.
—Pe-Pero ¿Y Evan?
—Ya se dará cuenta que faltas.
Tomé a la niña del hombro tironeando de ella hasta el auto de Evan, destrabe las puertas con las llaves que había tomando anteriormente y los dos subimos al auto.
—Estaba esperando que lo digas —soltó Jade colocándose el cinturón de seguridad.
—¿Qué diga que?
Encendí el auto esperando que hablara.
—Que me llevarías tú.
La miré entrecerrando los ojos.
—¿Por eso no te despediste de mi? —arque mi ceja. Jade rió—. Eres cruel.
Bromee girando el volante y así comenzar a dirigirme hacia el destino de Jade.
—Sólo estaba esperando no tener que hacerlo.
La oí decir, pero seguí prestándole atención al camino frente a mi.
—¿Qué cosa?
Pare en un semáforo aún sin prestarle mucha atención.
—Despedirme —susurró.
Sentí al instante mi cuerpo tensarse y mi rostro tomar la expresión de una roca. De pronto el silencio se volvió pesado e incómodo y me negué a voltear a ver a la pequeña.
Cuando dio la luz verde, tome marcha sin decir una palabra. Jade tampoco habló. Los minutos se hicieron extensos, tanto que parecieron horas. Dentro de mí todo estaba en alerta roja y no podía comprender el motivo de tal reacción.

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El color de la inocencia
De TodoJames ni siquiera tenía pensado que volver a casa de su madre le traería consigo una responsabilidad semejante como vigilar a la tímida hija de sus vecinos. Ni tampoco que eso traería más complicaciones en su enredada cabeza. Jade tampoco imaginó qu...