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[Este capítulo será narrado en tercera persona]

No se puede huir del pasado.

Jade comenzó a temblar desde el momento en el que sus ojos cruzaron con los de su madre. Al instante todo su cuerpo pareció comenzar a fallar. Su respiración de volvió irregular, sus manos sudaban y sus piernas amenazaban con doblarse.

En el momento que James notó aquello, abrazo su cintura para evitar que cayera.
Sintió una horrible angustia cuando se acercó aún más a ella y fue testigo de lo mucho que su cuerpo tiritaba nervioso bajo su tacto.

Ella lucia débil y asustada, y aunque quería salir corriendo de allí con todas sus fuerzas, no podía moverse bajo la intensa mirada de aquella mujer.

Clara endureció el rostro al notar las manos del vecino sobre su hija. Todo su interior se retorció de rabia al ver el atrevimiento que el se estaba tomando.

No tardó mucho en comprender lo que Jade y el se traían. Eso solo hacia que quisiese vomitar.

—¿Qué está haciendo está mujer aquí, papá? —habló la niña buscando la mirada de Edward, quién hasta el momento se mantenía en silencio detrás de Clara.

El no respondió, ni siquiera se armó de valor para sostener la mirada de Jade. Toda esa situación le pesaba, le pesaba como si se tratara de sacos de cemento sobre su espalda.

Legalmente sus manos estaban atadas. Cualquier cosa que quisiera hacer podría ser usado en su contra y jamás recuperaría a su hija de nuevo.

Le hubiese gustado explicarle aquello a la niña que lo miraba decepcionada desde el marco de la puerta.

Jade contenía con todas sus fuerzas las ganas de romper en llanto. La asustaba pensar en que su padre no haría nada para evitar lo que temia que estaba haciendo Clara allí.

Tantas veces rogó que su padre evitara que Clara la dañara, y tantas veces el decidió quedarse en silencio que temió que está vez sucediera lo mismo.

Eso solo rompió más el corazón de la niña.

—Si tienes preguntas me las harás a mi —determinó Clara poniéndose justo frente a ella. Jade sintió repulsión al oírla, culpa de los nervios—. No permitiré que ignores mi presencia.

James percibió la forma en la que el pulso de la niña subía violentamente. Su forma de temblar comenzaba a preocuparlo.

Ella estaba asustada y dolida y eso lo enojaba en lo más profundo de su ser. Lo llevaba a preguntarse; ¿qué tanto daño fue capaz de hacerle esa mujer?

—No me importa que es lo que me permites —exclamó con desprecio.

James vio en cámara lenta el momento justo en el que Clara levantó su mano decidida a estamparla contra el rostro de la niña. No pensó ni un segundo en tomarla de la muñeca con fuerza.

Con su otro brazo abrazo más fuerte a la pequeña quien se escondio contra su pecho y se aferró más fuerte a su ropa.

—Escucheme bien —apretó su mandibula con la misma fuerza que presionaba el brazo de esa mujer— la próxima vez que intente golpear a Jade no seré gentil con usted.

Clara no bajo ni un centímetro su barbilla, ni siquiera sintiendo picar su brazo bajo el tacto de el.

—Saca tu asquerosa mano de encima de mi, y no me quites tiempo con tus estúpidas amenazas. Quiero que te alejes ya mismo de mi hija o te obligara a hacerlo la policía.

El color de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora