74.

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Tres son multitud... O no.


—Estuve esperándolos —espeté molesta cruzandome de brazos.

James sonríe mirándome de una forma tan intensa que admito, me hace flaquear las piernas de los nervios. En la comisura de sus labios un raspón rosado se comienza a notar por culpa del golpe que le han propinado.

—Pensamos que ya estarías en la habitación.

Al intentar refutarle mi lengua se traba. Gabe sale del baño solo en ropa interior distrayendome. Pasando justo tras de mi.

No es como si los últimos días no lo hubiera visto de ese modo. Si no que hoy, justamente hoy, la habitación carga una tensión más densa que antes.

Sigo su ancha espalda, viéndolo sobre mi hombro. Los hoyuelos que se le hacen justo encima de su trasero tienen un atractivo que no puedo comprender pero que aún así me encanta.

Cuando Gabe se recuesta en la cama, miro al frente nuevamente, al hacerlo James está muy cerca de mi, serio.

—¿Qué tanto miras?

Una mueca de recién pillada se escapa de mi.
James luce molesto pero algo en su rara mirada me dice que hay algo más en sus pensamientos.

El alza su dedo ante mi silencio y lo hunde en el hueco entre mis clavículas, justo debajo de mi garganta. Al deslizar su dedo índice lentamente, un escalofrío recorre mi cuerpo.

James da un paso adelante, obligandome a mirar hacia arriba para verle. Su otra mano me alza más la vista desde la barbilla
y me da un intenso beso en los labios, que finaliza pasando su lengua por ellos.

El se acaba de ver tan bien haciendo aquello que me ha causando un calor intenso entre las piernas.

Cuando el se separa un poco de mi, baja su mirada y comienza a tirar del nudo de mi bata. Antes de que pueda soltarla por completo, quito sus manos.

Se que Gabe está viéndonos, puedo sentirlo.

—¿Qué estás haciendo? —chillo bajito—, no estamos solos.

—Lo sé —susurra en mi cuello para luego besarlo. No sé con qué intención dijo eso pero lo único que hizo fue causarme una punzada en el coño.

—James —jadeo corriendo sus manos cuando intenta dejarme desnuda por segunda vez.

—Dejame verte.

No digo nada. Sus manos abren apenas mi bata, dejando mis tetas a su merced, solo a la vista de el.

Con sus manos las aprisiona, mirándolas como si estuviera encantado, comenzando a jugar con mis pezones.

El me obliga a voltear y aunque muero de la vergüenza al ver qué Gabe está prestando completa atención a nosotros, no me muevo.

Las manos de James se cuelgan debajo de mis brazos, rodeandome hasta volver a tomar mis tetas entre sus manos y darles un apretón agresivo.

—Quiero que el vea cómo me montas —susurra en mi oído—. Me has dejado con ganas de ver cómo lo haces hasta que tú coño diga basta.

—¿Que nos vea? —repito en voz baja, viéndolo por sobre mi hombro. Sus ojos conectan con los míos y una sonrisa se asoma en sus labios.

James me voltea de golpe y me toma de la nuca muy cerca suyo.

—Quiero que quede en claro algo —dice jalando apenas mi cabello. Su mirada se pierde tras de mi para segundos después hundir su rostro en mi cuello —, eres solo mía.

El color de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora