44.

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Báilame.

El taxi que Peyton pidió nos deja en la puerta del enorme lugar, a pesar de jamás haber odio sobre él, está repleto de personas esperando por entrar.
Observo la fila de una cuadra completa que aún sigue y me preguntó si tendremos que hacer toda esa cola.

—Muchísimas gracias —oigo a Peyton saludar al taxista mientras le entrega el dinero.

Ella me codea esperando que baje del auto y así lo hago. Con dificultad me paro en la acera con las sandalias que me prestó.

Peyton se para frente a mi y me toma de la cara con sus manos aún sosteniendo su celular con una de ellas.

—No tienes porqué estar nerviosa, tienes que soltarte gatita, te mereces divertirte. Deja de estar tan tensa —me regaño.

Asiento y ella me deposita un beso en la nariz que me hace sonreír.
Pey pasa delante de mi tomándome de la mano.

—¿No deberíamos hacer la fila? —hundí mis cejas al notar que ya habíamos pasado a todas las personas que estaban en espera.

Peyton solo rio fuerte.

—No sabía que en los bares hay tanta seguridad —volví a hablar mirando a la cantidad de hombres vestidos de traje que cuidaban todas las puertas.

Nunca fui a un bar pero sin duda no me imaginaba algo así, tan grande. El lugar tiene dos pisos y seguridad por todos lados no parecía algo tan simple como un bar.

—Este es un bar diferente, ya lo verás.

Seguí caminando detrás de ella cuando justo en la entrada ella comenzó a hablar con uno de los tantos hombres vestidos de negro.
Un tipo grande y fornido, de tez oscura y calvo estaba frente a ella. Pey
le dijo algo al odio que lo hizo reír y el hombre le puso una pulsera color negro en la muñeca.
Ella me hizo una seña a mi para que le diera mi brazo también y así lo hice. El señor me escaneo completa y luego me puso la misma pulsera.

—Con esto puedes hacer lo que quieras —me dijo el hombre.

Le agradecí y camine tras Peyton quien me había tomado de la mano otra vez. Llegué a oír algunas voces de las personas de la fila quejándose y gritando y me sentí algo mal por ellos.

Entramos en una especie de pasillo oscuro con una luz violeta y una mujer de seguridad nos llamó, Peyton alzó su brazo mostrándole su pulsera y ella nos dejó pasar sin decirnos nada. Quizás era la persona que te revisa antes que entres.

—No te sueltes de mi porque puedes perderte —dijo Peyton gritando en mi oído.

La música se sentía muy fuerte ahí dentro. Definitivamente eso no parecía un bar.

Seguí a Pey entre la gente luchando por no soltar nuestras manos, no tengo idea de dónde me está llevando pero yo solo la sigo.

Estoy segura que cruzamos todo el enorme lugar y ahí es cuando Peyton para, vuelve a hablar con otro hombre el cual está vez no logro ver porque está todo casi completamente oscuro. Él está parado a una esquina de una escalera de madera.

Distingo que el hombre toma nuestras manos para ver las pulseras y ahí nos hace una seña para pasar.

—¿Dónde estamos yendo? —grito en su oído algo ansiosa.

Pey me sonríe.

—Ya verás.

Al final de las escaleras otro pasillo se hizo presente, está vez este tenía una luz roja. Cuando abrimos la puerta del final deja a la vista algo parecido a un bar pero se notaba que no era uno.

El color de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora