8.

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Quiero que me beses.

Quedé estático en mi lugar con la vista fija en Jade quién desaparecía escaleras arriba. Subía los escalones tan rápido que su culo rebotaba con cada zancada.

El pomo de la puerta se giró y yo rápidamente tomo un cojín del sillón donde estoy sentado y lo pongo sobre mi regazo ocultando mi abultada entr pierna. ¿Por qué decidí no ponerme unos malditos boxers?

La puerta se abrió dejando a la vista una muy desalineada Elizabeth. Sus ojos se posaron en mi y sonrió cansada.

—Buen día, hijo.

Se acercó a mi y plantó un beso en mi frente. Su ceño se frunció de repente.

—¿Te sientes bien?— preguntó.

—¿Por qué no lo estaría? —hablé nervioso.

—Parece que tuvieras un poco de fiebre, estás caliente y tu cuerpo está sudado —colocó sus manos en mi rostro tomando mi temperatura.

—Estoy bien —La tranquilice apartartando sus manos.

—¿Dónde está Jade? —cambió de tema dejando una bolsa con compras sobre la mesa.

Me sentí incómodo al oírla pronunciar su nombre, todavía estoy algo sensible con respecto a hace unos segundos...

—Supongo que duerme en su cuarto —fingi desinterés.

—Pretendía prepararles algo, pero veo que tu ya has desayunado —tomó la lata de cerveza entre sus dedos y me dedico una mirada desaprobatoria —, y teniendo en cuenta que Jade está en su habitación, dejaré que descansen y luego prepararé el almuerzo.

Asentí. No porque quisiese ir a mi cuarto a dormir, si no porque cualquier excusa es buena para correr a mi habitación y darme una ducha con agua muy helada.

Esperé que mi madre entre en la cocina para salir disparado hasta mi habitación sin que ella me notara.

Me paré en seco frente a la puerta del cuarto de Jade, no se escuchaba sonido alguno.

¿Debería...?

No claro que no. Mucho menos en el estado en el que estoy. Si Jade volviera a estar en una situación parecida conmigo no podría aguantar terminar como lo estoy ahora.

Gruñi por lo bajo.

No sé que podría haber pasado si Elizabeth no hubiese cruzado la puerta... ¿Ella... Ella quizás?

No. Sacudí mi cabeza eliminando esas ideas y camine hacia el otro lado del pasillo donde está el bañó.

Ella es una niña, no puedo pasar a algo así con ella, no puedo ser tan imbécil con la niña.

Saqué mi camiseta de un tirón y abrí el grifo de el agua helada, un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando el agua fría cayó sobre mi brazo derecho.
Saqué mis pantalones y seguido baje mis boxers, mi polla saltó liberada y de golpe y quise reírme de mi mismo por lo estúpido que me veía.

Estas cosas no me pasan desde que tengo catorce años.

Me metí en la ducha a regadientes y después de diez tortuosos minutos bajo el agua la ducha fría hizo efecto.
Salí del baño una vez que amarré la toalla a mi cintura.

El sonido del agua correr proveniente de la habitación de Jade llamó mi atención.

¿Ella se estaría bañando también?

Fruncí el ceño. Jade ya se había bañado hace una hora, no vería razón para hacerlo otra vez o bueno... Enrealidad si veía razón.

Entré en su habitación sin pensarlo demasiado y examiné todo mi alrededor. Jade seguía en el baño.

La habitación estaba sumamente ordenada, con sus cosas personales como cepillos, perfumes y otras cosas sobre la comoda. Su ropa ya estaba perfectamente ordenada.

No pude evitar recordar cuando de pequeño mi madre dormía algunas veces aquí conmigo, solía decir que estábamos "acampando" claro que en ese entonces no comprendía que ella no quería compartir habitación con mi padre y solo me usaba de excusa.

Seguí observando sus cosas, dando vueltas en el cuarto. Giré mi cabeza en dirección a la cama de una plaza y media, algo llamó mi atención sobre ella y me acerqué.

Tomé con mis dedos la pequeña tela que había sobre el acolchado.

Si el baño con agua helada había funcionado imaginarme como sería ver eso puesto en Jade, la había cagado otra vez.

La puerta del baño dió un chirrito tras de mi haciéndome voltear. El rostro de Jade se tornó de un rojo intenso desde su frente hasta la punta de su barbilla cuando me vió.

Su vista cayó en lo que tenía colgando de mis dedos.

—¿Q-qué e-es lo que est-estás hacien-do?

Mi vista cayó en piernas desnudas y abrillantadas por causa de las gotitas de agua que caían por ellas, una toalla color salmón era lo único que traía puesto.

La niña aferró sus manos a su toalla como si tuviera terror de que esta caiga.

—¿Esto es tuyo? —pregunté divertido
levantando las pequeñas y rojas bragas.

Ella apartó su mirada.

Su cabello escurre agua y caíe por detrás de sus hombros dejando su rostro completamente descubierto.

Se ve malditamente bien

—Deberías ponertelas —estiré mi brazo hacia ella, tendiendocelas—. Anda, tomalas.

Sus ojos se posaron en mi torso desnudo, recorriendo los tatuajes de mis brazos terminando en mi abdomen para luego bajar y comprobar que me encontraba igual de desnudo que ella. Como si fuera posible su rostro volvió a sonrojarse aún más mientras daba pequeños pasos hacia mi.

Cuando sólo estaba a unos centímetros de tomar sus bragas retiré mi brazo, en un movimiento rápido la tome de la cintura y la atraje hacia mi de golpe pegando nuestros mojados cuerpos.

—Mejor hagamos un trato... —le susurré muy cerca.

La pequeña se tenso.

—¿De q-qué ha-hablas? —preguntó tartamudeando.

Roce mi nariz con la suya y sus piernas parecieron fallar porque sus manos se aferraron a mis brazos.

—Te daré tu ropa interior si aceptas mi trato.

Ella frunció el ceño y negó como una niña pequeña.

Reí y apreté levemente su cadera con la mano que sostenía sus bragas en uno de mis dedos. Su piel se puso de gallina.

—¿Aceptas o no? —dije inclinandome hacia su oido apartando su cabello mojado con mi mano libre. Su pequeño cuerpo se estremeció.

—¿Qué quie-res?

—Es muy sencillo...

—Dilo —musito impaciente.

Subí mis manos por su espalda hasta ubicarlas en su cuello y atraerla a mi. La pequeña me miraba embobada.

—Quiero que me beses.

El color de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora