38.

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Peyton y el cumpleaños.

Me observo en el espejo una y otra vez con el vestido rojo que Peyton me prestó pero aún sigue sin gustarme.
Estiro el borde del vestido hacia bajo aunque se que no hay caso y seguirá siendo igual corto.

Los nudillos de Peyton golpean la puerta del baño.

—Ya pasaron veinte minutos —resopló—. ¿Cuánto tardas en ponerte un vestido? ¿Necesitas ayuda? ¿Se te atascaron los senos?

—No me gusta, Peyton.

Abrí la puerta apenada y le mostré su vestido sintiendo mis mejillas acaloradas.

Me siento desnuda.

Peyton llevo su mano derecha a su pecho y la izquierda a su boca en un gesto exagerado de sorpresa.

—¡Estas de infarto!

Reí avergonzada. —Claro que no.

—Tienes que dejarte ese vestido Jade, tienes que hacerlo.

Tapé mi rostro con mis manos.

No sé cómo me he dejado convencer para esto. No es una buena idea.

***12 horas antes***

Diviso a Peyton entre las personas en la cafetería y voy directo a sentarme con ella en su mesa.

Desde que me salvó del profesor, no hacemos otra cosa que estar juntas durante los recesos y también las horas de gimnasia luego que descubrimos que compartíamos.

Peyton me daba tanta confianza que ya sabíamos millones de cosas de la otra, hasta habíamos compartido nuestras historias tristes con nuestras madres.

Descubrí que Peyton es maravillosa y sobre todo muy independiente y eso es algo en lo que me encantaría parecerme a ella.

—¿Cómo va, gatita?

Sonrió ante mi nuevo apodo, aún no me acostumbro.

—Bastante bien —me acomodo junto a ella.

Peyton sonríe de lado y me toca el hombro.

Cuando digo que tenemos la confianza de años lo digo enserio. Peyton ya sabía sobre James aunque había evitado algunos detalles como por ejemplo su parentesco con la mejor amiga de mi madre y el echo de que casi tenemos sexo en algunas ocasiones. Aún me daba un poco de vergüenza contarlo.

Ella había notado mi bajo ánimo en la última semana y digamos que es un poco difícil no terminar contándole todo a la insistente rubia.

Hacia una semana y algunos días que James se marchó nuevamente de la casa de su madre y aunque está vez quiso despedirse de mí, fue aún más triste que la vez anterior.

Sus palabras aún seguían en mi cabeza.

"-Es necesario que tomemos distancia realmente, no tiene que haber confusiones entre nosotros-"

—De amor nadie muere, gatita —apartó sus ojos y los poso sobre la carpeta que tenía enfrente, la cual yo recién notaba—. En cambio de matemáticas si, podría suicidarme si no logro entender este maldito tema.

Rio al verla golpear su frente con la lapicera.

Estiró mi cuello para leer lo escrito sobre sus hojas. —Yo lo sé muy bien, puedo explicártelo.

Peyton chilla y me abraza depositando un ruidoso beso sobre mi mejilla.

—Gatita, es que tus padres se lucieron contigo, eres hermosa, tienes un cuerpo para morirse y además de todo eres inteligente.

El color de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora